domingo, 17 de enero de 2010

Sueños parte I – Dormir y soñar.


En esta ilustración podemos ver la representación que hizo Willmann del sueño de Jacob: la escalera por la que los ángeles subían y bajaban del cielo. Una escalera que no sólo no sólo evidencia que los ángeles, al igual que los pingüinos, no usan sus alas para volar, sino que también se puede considerar una metáfora del soñar, ese estado que conecta el mundo material y diurno con otro mucho más misterioso y —por llamarlo de alguna manera— espiritual.

El mundo de los sueños siempre ha ejercido siempre una enorme fascinación en el ser humano, fascinación que tiene su reflejo en todas las artes y, quizá más que en ninguna otra, en el cine.

Éste puede usar el valor expresivo de los sueños a la hora de recoger las ansiedades y miedos de los personajes a través de ellos, como en «Brazil», donde los sueños del protagonista ilustran perfectamente sus ansias de libertad y de salir de la vulgaridad que le rodea, así como sus miedos a caer en esa lucha.




También pueden funcionar como un mecanismo para desencadenar o hacer avanzar la trama. En tres películas tan diferentes como «Recuerda», «Premoniciones» u «Olvídate de mí», los principales puntos de giro se puede decir que ocurren dentro del mundo de los sueños.

En «Recuerda» seguimos una investigación de corte psicoanalítico para averiguar el trauma que ha desencadenado la historia, y las pistas están escondidas en los sueños que, poco a poco, van siendo interpretados. 



En «Premoniciones» los sueños de una mujer con poderes paranormales son los que la podrán sobre la pista para evitar la muerte de su familia.


Y en «Olvídate de mí» el protagonista, para superar una traumática ruptura amorosa, se somete a un fantasioso proceso científico por el que puede borrar esos amargos recuerdos … hasta que se da cuenta que no quiere olvidar, y la dramática lucha contra el olvido de librará en el mundo de los sueños.

Otras veces han sido usados para dar algún golpe de efecto, como ese sueño final en «Carrie», esa falsa resurrección de Carrie (era realmente un sueño) que a tanta gente hizo saltar del asiento.



También pueden ser muy útiles para dar ambigüedad a toda la historia, como en «Desafío Total» o «Laura», donde nos quedamos con la duda de si lo que hemos visto es un sueño del protagonista o es la realidad.





O pueden proporcionarnos la materia para crear un mundo aparte en el que transcurra casi toda la trama, como los del Cascanueces (quizá el cuento seminal de todo este tipo de historias que representan la huida de un niño a su mundo de fantasía infantil), Alicia, Peter Pan, Narnia u Oz, que son abiertamente oníricos en contraste con sus principios realistas, o «Las Aventuras del Baron Munchaussen», que transcurren de principio a fin en un mundo que parece por completo soñado.








Los sueños también pueden ser fuente de inspiración estética, tanto en toda la película, como «Los Sueños» de Kurosawa o el continuo ambiente de pesadilla de «Vampyr» de Dreyer o de «El proceso» (quizá la obra maestra menos conocida de Orson Welles), o en parte de ella, como el onirismo que utiliza Cocteau en «La bella y la bestia», que nace de ese tipo de sueños de belleza tan frágil y extraña que en cualquier momento pueden convertirse en una pesadilla. Peter Jackson también se ha inspirado en el mundo de los sueños para crear las imágenes de esa especie de limbo en que se encuentra atrapada la protagonista de «The Lovely Bones».







Mención aparte merece el sueño de Bobby en Dallas, que consiste en toda una temporada de la serie, horas y horas de narrativa monda y lironda… escritas por otros guionistas, claro; una forma tan descarada y atrevida de hacer borrón y cuenta nueva que se hace simpática y digna de aplauso.



También es de considerar el poder inspirador que los sueños pueden tener para un autor al mezclar ideas e imágenes, en principio inconexas, que acaban dando lugar a nuevos conceptos muy interesantes. Francisco Regueiro decía que la idea para «Madregilda» le había surgido tras un sueño en el que, tras oír ruidos en su cocina, se encontraba a Francisco Franco comiendo arroz con leche (¡Su arroz con leche!) junto a su nevera.


Y podría seguir poniendo muchísimos más ejemplos pues la presencia de los sueños, de su estilo y contenido, es enorme en el cine. De hecho podemos pensar que las películas son como una escalera de Jacob (el celuloide ya tiene esa forma) que nos permite evadirnos de nosotros mismos y, durante un par de horas, soñar despiertos; no es de extrañar que se haya dicho que el cine está hecho de la misma materia que los sueños.

Pero para saber algo sobre el soñar, antes hemos de conocer un poco más sobre el dormir.

El EEG
Para hacer un electro-encéfalo-grama (EEG) se conectan una serie de electrodos al cuero cabelludo de una persona —uno de ellos irá al lóbulo de la oreja u otra zona sin actividad eléctrica para servir de contraste con los otros; detalle que suelen obviar en las películas— mediante un gel pegajoso y buen conductor de la electricidad.

Esta técnica se usa para medir la actividad general del cerebro, que quedará codificada en una curva en cuyo eje de abscisas —el horizontal— está el paso del tiempo, y en el de ordenadas —el vertical— la intensidad de esa electricidad. El resultado del contraste entre los periodos con un promedio de mayor actividad y los de menor, es una especie de ondas sinusoidales que reflejan el ritmo de trabajo general del cerebro. Junto con otros aparatos se ha usado mucho en la investigación del sueño, por lo que las «ondas» de las que hablaremos a continuación son el resultado de esas mediciones con EEG.


A veces, en alguna película e incluso en algún artículo o programa de divulgación, se oye hablar de que el cerebro «emite» ondas alfa y cosas por el estilo, lo cual no deja de ser un disparate pues esas ondas no son más que un registro en papel de la medición del promedio de actividad del cerebro usando un aparato de EEG.

En alguna película, de hecho, se puede ver al psicólogo o psiquiatra de turno que usa un aparato (suele ser una luz sincronizada a un suave sonido oscilante) para que el cerebro se sincronice con las ondas alfa de marras. Pues bien, ese aparato no serviría para nada y, aunque acabe por resultarnos relajante, no lo será más que el silencio y un ambiente agradable. Como mucho puede servir para centrar el pensamiento en algo monótono y aburrido (seguir esa oscilación sonora) para evitar que otros pensamientos dificulten el relax, pero igual nos serviría cualquier otra cosa sin ninguna relación con las ondas alfa.

Las fases del dormir
Según se van presentando a lo largo de la noche las fases del dormir son:

Fase 1 o de adormecimiento. En ella pasamos del caótico e intenso ritmo cerebral de las ondas beta de la vigilia (que van de 14 a 21 ciclos por segundo) a las ondas alfa (de 8 a 14 ciclos por segundo), más lentas y amplias. Estas indican un menor ritmo de trabajo cerebral y también aparecen cuando estamos relajados y muy tranquilos. De ellas, poco a poco, se va pasando a las ondas theta —se lee, más o menos, «zeta»— (de 4 a 8 ciclos por segundo), más amplias y de menor intensidad que las alfa, y ya asociadas al comienzo del sueño. En esta fase es cuando se pueden presentar sueños breves y realistas, imágenes hipnagógicas —pequeñas alucinaciones visuales—, y breves movimientos musculares repentinos —llamados mioclonias—, esos saltitos que a veces damos cuando estamos a punto de quedarnos dormidos. Esas imágenes y repentinos movimientos, aunque nos puedan dar un buen susto, son por completo normales.

Fase 2 o de sueño ligero. En ella es fácil despertarse y apenas hay sueños. El ritmo cardiaco y respiratorio va bajando poco a poco, y en el EEG aparecen de forma esporádica los complejos K —ondas aisladas e intensas— y las ondas en huso —acelerones de actividad, de 11 a 16 ciclos por segundo, de poca intensidad y que duran poco—.

Fase 3. Es una transición a la 4, y por su breve duración y falta de características propias comienza a ser considerada como una parte de la siguiente.

Fase 4 o de sueño profundo. Aquí aparecen las ondas delta, amplias y lentas (de 0,5 a 3 ciclos por segundo), y la respiración se hace muy pausada y profunda. Estas ondas delta no son constantes ni continuas, pero han de tener una presencia del 20% o superior para considerar que estamos en la fase de sueño profundo. Es difícil despertarnos y los sueños son escasos y de poca complejidad e intensidad. En esta fase es donde aparecen muchas de las parasomnias —trastornos asociados al dormir— que muchas veces se asocian erróneamente al sueño REM: el sonambulismo, los terrores nocturnos, el bruxismo (lo de rozar los dientes) y los síndromes de piernas inquietas o de movimientos periódicos de las piernas. De esto hablaré más en el siguiente post.

Fase REM o MOR —por «movimientos oculares rápidos»—. La frecuencia respiratoria y cardiaca se hace irregular, pueden aparecer erecciones, y el EEG muestra una intensa actividad cerebral, semejante a la de la vigilia, por lo que a esta fase también se la conoce como «de sueño paradójico». El tronco cerebral bloquea todas las señales que irían al cuerpo, provocando una especie de parálisis o atonía muscular que impide que nos movamos. Los sueños aquí son vívidos, intensos y extraños. Las parasomnias asociadas al REM tienen que ver la pérdida de atonía muscular. Su resultado es muy diferente al sonambulismo y va desde pequeñas frases o gritos que se nos escapan mientras dormimos a movimientos más repentinos y violentos del cuerpo que pueden llegar a lastimarnos a nosotros mismos o a la persona que duerme a nuestro lado.

La alternancia de las fases suele ser:

Vigilia — fase 1 (alfa y theta) — fase 2 (complejos K y ondas en huso) — Fases 3 y 4 — Fase 2 — fase REM — a partir de este ciclo inicial alternaríamos fases REM con las fases de sueño profundo 3 y 4 y, ocasionalmente, la fase 2, hasta despertarnos.


Como podéis ver podemos tener sueños en casi cualquier fase del dormir, si bien esos sueños extravagantes y vívidos que suelen ser fuente de inspiración y materia de numerosas películas son, sobre todo, los que aparecen en la fase REM. Aunque alguno de ellos puede tener un contenido desagradable o amedrentador, las pesadillas y terrores nocturnos que nos hacen despertar aterrados y cubiertos de sudor son más propios de la fase 4 o de sueño profundo.

En la siguiente entrada continuaremos con los trastornos que pueden aparecer durante el dormir (las llamadas «parasomnias») para acabar, en el tercero, con el espinoso tema del significado de los sueños y, cómo no, su relación con el séptimo arte.