martes, 8 de junio de 2010

Pianistas de burdeles

Ayer por la tarde me llevé la grata sorpresa de ver que este blog se citaba en otro al que sigo desde hace tiempo, «bloguionistas», un rinconcito de internet que reúne las colaboraciones de un generoso grupo de guionistas que no tienen problema en compartir con todos nosotros su talento, su experiencia y su tiempo. Y lo hacía uno de sus más venerables colaboradores (todos lo son), «pianista en un burdel», un verdadero pionero en esto de los blogs de guionistas. Todo un detalle que me llenó de alegría y agradecimiento. Me sentí como si Mamet hubiese dicho en público, «coño, este blog no está mal…».

Por eso, no se me ha ocurrido otra forma de mostrar ese agradecimiento, que dedicarle un pequeña entrada. Como a él no tengo el placer de conocerle personalmente, ni sé su verdadera identidad, hablaré de su «nick», pues «pianista en un burdel», por las razones que os contaré a continuación, me parece uno de los mejores pseudónimos de guionista que conozco.

Conocí su blog personal hace años, y ya me pareció simpático el «nick» por lo que allí se indicaba: «No le digáis a mi madre que soy guionista, ella cree que soy pianista en un burdel». Irónico y simpático. Sin embargo no fue hasta hace un año, más o menos, cuando leí «Warlock», de Oakley Hall, que me di cuenta de lo adecuado y agudo que resultaba.

Llegue a este libro por una chorrada tan grande como el leer, en el prólogo de “Hundido hasta el cielo”, éste de Richard Fariña, que había sido el libro favorito de Thomas Pynchon durante su juventud universitaria… y como este señor es uno de mis escritores favoritos, pues me fui corriendo a la librería en busca de la novela de Oakley Hall. Aunque ni Richard Fariña ni Oakley Hall habían sido publicados en nuestro idioma durante muchísimos años, en un astuto alarde editorial, por si a otros tipejos les pasaba lo mismo que a mí con ese prólogo, ambos libros se editaron en castellano con un margen de tiempo muy estrecho y, así, enseguida pude disfrutar con la lectura de «Warlock», experiencia que recomiendo a cualquiera.

Éste es una de los pocos grandes «western» que nos ha legado la literatura americana; de hecho, muchos críticos la consideran la «Ilíada» del «western», el gran canto épico de este género. Al poco de su publicación fue adaptada a una genial película del mismo título, que aquí se llamó «El hombre de las pistolas de oro». Curiosamente, aunque es algo que apenas está presente en la novela, el guionista Robert Alan Arthur introdujo el tema de la homosexualidad (él, de hecho, era homosexual), convirtiendo esta película de 1959 en el primer western que nos cuenta una imposible historia de amor homosexual… por mucho que «Brokeback Mountain» pretendiera serlo. Además, estos «vaqueros» no pierden el tiempo paseando ovejitas, son pistoleros, de los que desenfundan rápido y matan a sus enemigos sin pestañear, aunque luego vistan de terciopelo, se miren con deseo y se pirren por las cortinas de encaje.

Volviendo al tema, en esa extensa novela, entre muchas otras cosas, se nos cuenta el enfrentamiento entre dos propietarios de «saloons», esa particular fusión de taberna, prostíbulo, casino y teatrillo musical que había en el oeste americano (no me extraña que los yanquis también inventasen los centros comerciales, fusión, precisamente, de todo los locales comerciales que no había en un «saloon»; uno es el conjunto complementario del otro y viceversa…). El motivo de ese enfrentamiento, de un odio brutal que nunca conocerá la reconciliación y que acabará trayendo la ruina a todos, es bien sencillo y uno de ellos nos lo explica en una sola frase de cuatro palabras: «intentó robarme al pianista».

Efectivamente, el pianista de los burdeles del oeste podría parecer un ser insignificante en medio de todos esos pistoleros y prostitutas… pero era la pieza clave, y la más escasa y difícil de conseguir. Podías tener el mejor whisky, las putas más guapas (y guarras), el local más grande, que como no tuvieses un buen pianista el local se vaciaría. Le gente necesitaba de esa constante musiquilla de fondo para estar a gusto, para sentirse en un lugar diferente. Y, como comprenderéis, en el oeste no había muchos pianistas. ¿Quién, en medio de un ambiente tan hostil, querría ser pianista? Lo que parece mandatorio es aprender a disparar, a montar a caballo, a ser un tipo duro… y no ese delicado ser amante de la música que es el pianista. ¿Y dónde van a aprender a tocar en ese mundo fronterizo y peligroso? Los pianistas, en el oeste, eran bichos raros, muy pocos… y esa escasez los hacía más valiosos que el oro. De hecho, el cartel de «no disparen al pianista» no era ninguna ironía ni ninguna broma, estaba ahí porque el pianista era la posesión más valiosa y difícil de sustituir del «saloon». Si alguien lo mataba o lo hería, mataba al local… y ese imbécil temerario que había osado agredir al pianista, aunque fuese sin querer, sería inmediatamente linchado.

Es tentador, como guionista, identificarse con ese pianista de los burdeles del oeste. Parecemos la última mona, ahí pegados a nuestro ordenador, tecleando, timidotes y sin relacionarnos con casi nadie en los rodajes. Molan mucho más los actores, el director, los cámaras… pero, qué cojones, están bailando nuestra música. Aunque al final ni la noten, aunque se olviden de que está ahí y sólo vean sus personajes y sus planos… nosotros somos los que dimos a las teclas y, si no hubiésemos estado, mala cosa. El gran guionista gallego de televisión, cine y comics, Carlos Portela, dijo una vez que el guión era como el papel higiénico: todos se lo pasan por el culo, pero cuidadito con que falte.

Y así son los pianistas de los burdeles, quizá no son los que más molan, ni llevan pistola ni son famosos, y hasta se burlan de ellos a veces… pero sin su presencia el «saloon» no existiría.

Muchas gracias, pianista.

8 comentarios:

Daniel Domínguez dijo...

Pues gracias por partida doble (o triple). Ya tengo ganas de leer "Warlock".

Elperejil dijo...

De nada... y Warlock es una estupenda novela de verano, uno de esos tochazos de casi 700 páginas por los que se navega a buen ritmo y con agrado. A ver si tienes suerte y la encuentras en Michelena... no sería una mala despedida de tu librería...

Anónimo dijo...

También yo me apunto. Muy buen post. voy a tener que reservarme un par de horas semanales para leerme con atención lo que escribes porque descubro que eres una fuente de hallazgos.

Cris

Elperejil dijo...

Muchas gracias, Cris... tendré que esmerarme para cumplir vuestras expectativas... ;)

garrido dijo...

Gracias a Pianista en un burdel he conocido el blog Psicología y cine, me he pasado unas horas recorriendo sus entradas y he aprendido muchas cosas. Me han encantado, sobretodo las que centran su atención en las bandas sonoras. Corto y pego unos fragmentos de la entrada Música de cine - Roy Webb. en la que se cuenta el origen del moderno cine de terror.
Un saludo

Elperejil dijo...

PLSegovia, encantado de recibir tu visita y que hayas dedicado un par de horas de tu tiempo a visitar estas entradas. Gracias. Y me siento muy alagado porque me hayas citado en tu blog... ;)

Madison dijo...

Hala, qué interesante, no sabía que era el libro preferido de Pynchon.
Yo leí el libor este invierno pasado y lo pasé fenomenal

Elperejil dijo...

Yo también lo lei el verano pasado, que creo que es cuando salió editado, y me lo pasé muy bien. Luego, casi seguido, vi la peli, "El hombre de las pistolas de oro", para ver qué tal les había quedado la adaptación... y también me gustó.

Más que el libro favorito favorito de Pynchon, fue su libro favorito de juventud, mientras estudiaba en Cornell con Richard Fariña, y entre ambos jugaban a hablar con el rudo inglés decimonónico de los personajes de Warlock.