martes, 8 de junio de 2010

Purificación

Cuando acabe de escribir estas líneas saldré a la calle y me dirigiré a alguna librería a comprar la última novela de Thomas Pynchon publicada en nuestro idioma, «Contraluz». Un tochazo de casi 1.400 páginas de prosa endemoniadamente compleja, con decenas y decenas de personajes y tramas, a cada cual más extravagante, que se cruzan y enredan hasta el infinito. Como suele ser habitual en este autor la crítica se ha dividido. Para algunos es la primera gran obra maestra del siglo XXI (igual que consideraron «Mason & Dixon» como la última gran obra maestra del siglo XX), y para otros es un infame galimatías sin sentido. Suele pasar con Pynchon.

Los admiradores de Pynchon somos como la masonería, pero sin necesidad de disfraces ridículos ni de pasar por rituales y celebraciones horteras. Cada uno puede tener sus propias ideas y gustos, a veces radicalmente diferentes a los de los demás, y lo lleva más o menos en secreto. No luces pins, ni llevas camisetas ni signos que te identifiquen como tal, pero cuando, por una detalle en la conversación, un comentario o el lomo de un libro que asoma bajo el brazo o en la estantería, te das cuenta de que te has encontrado con otro «pynchoniano», de repente, surge una inevitable corriente de simpatía. Te sientes un poco más en casa.

Pynchon no es un escritor fácil. Es un cabrón enrevesado y duro de roer. Y un genio. Un puto genio. Uno de los mejores prosistas de la lengua inglesa. Un autor con una imaginación y una inventiva asombrosas. Un verdadero superdotado que con 23 años ya había escrito «V», una novela que a otros les llevaría una vida entera comenzar a imaginar. Sus novelas son como una montaña enorme y llena de precipicios y riscos de imposible acceso; escalarlas cuesta, y cuesta mucho. Pero la subida, la aventura, es única. Cada frase, cada párrafo, es un prodigio. Y, el conjunto, la vista desde esa cima que nos ha costado tanto alcanzar, es sobrecogedora. Y sabes que no habrá muchos que, como tú, hayan llegado hasta allí. Por eso, cuando te cruzas con otro, sientes eso, esa conexión «pynchoniana». Por eso ahora veo con otros ojos a Keanu Reeves, a Mark Knopfler, a Arturo Pérez Reverte, a los guionistas de Star Trek, a Liza Simpson…

Pues bien, pronto comenzaré esa nueva escalada, que pinta que va a ser la más dura y formidable de todas. Sé que la novela me absorberá, pues cuando lees a Pynchon algo cambia en tu cerebro y, al levantar la vista de la página, te da la impresión de que todo a tu alrededor, el mundo entero, se ha movido unos pocos centímetros hacia un lado.

Así que, antes de zambullirme en esa inmensidad, como rito de purificación me leo un relato que es todo lo contrario a la abrumadora voluptuosidad de Pynchon. Un cuento corto, cortísimo, casi un poema de 60 palabras precisas, matemáticas, exactas, estremecedoras. «La mano», de Leonard Michaels.

La Mano

«Abofeteé a mi hijo pequeño. Mi cólera era terrible. Como la justicia. Entonces advertí que no sentía la mano. Le dije: “Mira, quiero explicarte las complejidades”. Le hablé con seriedad y cuidado, sobre todo lo de los padres. Cuando terminé me preguntó si quería que me perdonase. Le dije que sí. Me dijo que no. Como triunfos de la baraja.»


Buff... qué escalofríos cada vez que vuelvo a leerlo. Y, ahora, a por Pynchon. Ya os contaré si sobrevivo…

8 comentarios:

Majo dijo...

Llevo rato en el ordenador haciendo como si estudiara (glups), y nada.

Lo bueno que tiene el Reader es que de repente allá que ves asomar un uno, o un dos, indicando entradas fresquitas... Hoy, gracias a ti he podido desconectar un poquito de lo que llevo entre manos y no solo una, sino dos veces :D

Con esta en especial incluso he llegado a reír (no viene mal para relajarme un poco); me has hecho mucha gracia al contarnos esa corriente de frikisimpatía que siente uno cuando ve que no está solo en el mundo en cuanto a gustos se refiere.

Y las ganas de ver qué cuenta ese autor, aunque tantas páginas... uf.

Un beso

Elperejil dijo...

Me alegro de haberte entretenido y relajado un poco esta mañana.

Con Pynchon una buena manera de empezar es "La subasta del lote 49", su libro más corto y sencillo. "V" también es una buena opción, si bien ya es más complicadillo. Y Tusquets dice que traducirá su última novela, "Inherent Vice" (significa "defecto estructural", aunque con lo que se cuelan los "false friends" en nuestro idioma últimamente, son capaces de titularla "Vicio inherente"), para finales de este año, y parece ser que es mucho más corta y fácil de leer. Si te atreves con Pynchon ya contarás...

Majo dijo...

Toda recomendación es siempre bien recibida. A ver si me hago con el de "la subasta..." para este verano :)

Elperejil dijo...

Pues ya me dirás si lo encuentras y si te gusta... quizá acabes entrando en el "club pynchoniano" :)

Anónimo dijo...

Si no te parece mal incluyo tu post en un grupo de libros. No es que sea un gran qué, te quiero decir que no tiene ninguna pretensión, solo un grupo de gente que nos gusta leer.

A ver si te puedo poner el link
http://www.facebook.com/home.php#!/group.php?gid=270202238066

Saludos

Cris

Elperejil dijo...

¿Cómo me va a parecer mal? Encantado.

Madison dijo...

Qué entrada más estupenda!!!
me están entrando ganas de ponerme con él.
ya sabes que tengo el libro, pero pensaba reservarlo para el mes de agosto.

Elperejil dijo...

Muchas gracias, Madison.

Más que resevar el libro para un mes, da la impresión de que hay que reservar un mes para el libro... 1400 páginas, imponen.

Apenas lo he comenzado y es mucho más ligero que "El arcoíris...", por ahora, claro; el arraque es sorprendente y divertido a más no poder...