domingo, 13 de septiembre de 2009

«Un incidente en el puente del río Owl» y la percepción psicológica del tiempo

El relato de Ambrose Bierce
Kurt Vonnegut dijo que quien no hubiese leído «Un incidente en el puente del río Owl» era un gilipollas, Stephen Crane también recomendó su lectura, de forma quizá un poco más amable, al decir que era el mejor relato corto que había leído jamás, la crítica literaria Cathy Davidson lo consideró la pieza precursora de la literatura posmoderna, y Borges y Cortázar lo tenían entre sus obras favoritas, reconociendo la influencia de Bierce en su propia narrativa.
Es un relato muy breve, así que animo a los que no lo conozcan a que le echen un vistazo antes de seguir leyendo. Es fácil encontrarlo en varias antologías de los cuentos de Bierce y, en los siguientes enlaces, se puede acceder al original en inglés y en castellano

En él se nos narra la historia de un hombre que, durante la guerra civil americana, va a ser colgado, en el puente que da título al relato, por sabotaje. En el último momento la soga se rompe y el buen hombre cae al agua. Lucha con las cuerdas y, entre los disparos de sus ejecutores, consigue escapar por el río y entre los bosques. Su objetivo es regresar a casa, junto a su mujer. Cuando ya está ante ella, con su sueño cumplido, una luz blanca lo llena todo y oye un estruendo semejante al disparo de un cañón. La narración nos devuelve al momento en que el cuerpo del hombre queda colgando en la soga —que realmente no se había desgarrado— y su cuello se fractura por el impacto, muriendo. Toda esa huida que pareció durar horas y horas, fue tan sólo una breve ensoñación, una fantasía de que apenas duró un segundo mientras el cuerpo del hombre caía al vacío.

La prosa de Bierce es ágil, clara y directa, cargada de ingenio e ironía, yendo siempre al grano y retratando el todo a través de pinceladas breves y precisas que, pese a parecer casuales o caprichosas, definen el espacio y la situación de una forma mucho más aguda que una descripción más pormenorizada; una técnica que resulta muy moderna para su época. Ese estilo, además, evoluciona a lo largo de la historia. Es seco y concreto al principio, en torno a la realidad de la ejecución, y se va haciendo más poético y lírico según nos adentramos en la fantasía de escape del protagonista.

Otro punto de interés es que es una historia pionera en el uso subjetivo del tiempo, tanto para reflejar la mente del protagonista como para conseguir un potente resultado dramático final. Algo que ha sido muy empleado, a partir de entonces, en la literatura, el cine y la televisión.

Adaptaciones

«Un incidente en el puente del río Owl» ha sido adaptado en varias ocasiones, desde la época del cine mudo —por Charles Vidor— hasta la actualidad. Hay versiones muy fieles al relato y otras que lo actualizan y lo trasladas a la Segunda Guerra Mundial o al mundo de las bandas y el racismo. Se considera que la mejor versión es la del francés Robert Enrico —muy fiel al texto—, emitida por «The Twilight Zone» en Estados Unidos y que consiguió el triplete de ganar el Oscar, el BAFTA y el premio al mejor cortometraje en el Festival de Cannes.
A continuación lo podéis ver dividido en tres partes. Está en versión original y, aunque no entendáis inglés, lo podréis seguir sin problema pues apenas hay diálogos. Tampoco es difícil encontrarlo y bajarlo a través de algún programa P2P para verlo cómodamente en el televisor.







Su influencia en el cine

El recurso de dilatar el tiempo dentro de la mente del protagonista, para vivir con él la esperanza en un final feliz o diferente, antes de volver a la brutal realidad de la muerte o la derrota, ha sido usado en muchas películas. Ya apunté la película que motivó este post, «An American Crime», en que la protagonista cree escapar de quienes la maltrataban brutalmente para reencontrarse con su familia y volver al lugar de su cautiverio a pedir justicia; pero en su regreso sólo se encontrará con la realidad de su fracaso y su muerte. De forma más breve este mismo recurso se puede ver en el giro final de muchas películas de terror o misterio, como «The Descent», por citar sólo alguna reciente.

En «La última tentación de Cristo» esta huida a una realidad alternativa es, precisamente, la tentación que da título a la película. Eso sí, se podría decir que más que estar provocada por la mente de Cristo es provocada por el diablo... o que quizá ambas cosas están muy relacionadas.
Hay películas que prácticamente basan toda su historia —como de hecho hace el relato— en ese recurso y sólo al final descubrimos que nuestro protagonista estaba muerto o muriéndose. Es el caso de «La escalera de Jacob», «Donnie Darko», «El carnaval de las almas» o, de alguna manera, «El sexto sentido». Y, aunque Richard Kelly sí dijo que se había inspirado en el relato de Bierce para su «Donnie Darko», es probable que no todas hayan estado directamente inspiradas por «Un incidente en el puente del río Owl», pues su influencia en la literatura y el cine ha sido tan grande desde el principio que este recurso se ha convertido ya en un lugar común dentro de la narrativa.

Podría seguir mencionando películas, y aún así me dejaría unas cuantas, por lo que acabaré por citar mi uso favorito de esta jugada final: el final de «Brazil», cuando descubrimos que el protagonista, tras una trepidante fuga —que es un verdadero prodigio de imaginación—, está realmente catatónico y en un estado cercano al coma. Pero, aún en ese estado, muy bajito, canturrea «Acuarela do Brasil», música que en la película simboliza su anhelo de libertad. Su cuerpo está aquí, vivo y prisionero de sus enemigos, pero su mente, de alguna manera, es libre y vive por siempre en esa fantasía liberadora. Un conmovedor y pesimista falso final feliz.

En televisión su influjo también ha sido enorme. Por citar una de las más populares y recientes, en «Perdidos» no sólo se usa esa técnica en más de un momento, sino que el propio libro aparece en uno de los capítulos (el 13 de la segunda temporada), en manos de un personaje que, precisamente, va a sufrir un final semejante al del protagonista de «Un incidente en el puente del río Owl».

La percepción psicológica del tiempo

No es de extrañar que la influencia de este cuento haya sido tan grande pues, de alguna manera, dota de valor narrativo a una experiencia sobre la que, seguramente, todos habremos oído hablar. Esa en la que una persona, cercana al momento de su muerte, ve pasar toda su vida ante sí en breves segundos. Espero que ninguno de nosotros la haya vivido de primera mano —menudo susto, ¿no?—, pero podemos tener un atisbo de lo que puede ser a través de algo semejante. Esos sueños que se producen en la duermevela, cuando estamos a punto de dormirnos o de despertarnos, y soñamos algo que nos parece muy largo pero que, al comprobar el tiempo que ha pasado en el despertador, vemos que realmente hemos estado dormidos muy poco, apenas unos minutos. Este tipo de sueños se producen fuera de la fase REM (aunque es en la fase REM del dormir cuando se producen los grandes sueños, es un tópico falso que sólo soñemos en esa fase) y son breves, dispersos, extraños y, a veces, muy vívidos e intensos, llegando a incorporar en ellos elementos de la realidad que nos rodea, como un ruido, una frase o un aumento brusco de la luz.

Que el tiempo de reloj y el tiempo que percibimos en nuestra cabeza son diferentes es un hecho que nos resultará familiar a todos. Cuando nos aburrimos, esperando a alguien o haciendo algo que no nos gusta —como ver una peli que no nos gusta—, el tiempo parece dilatarse y durar un montón. Pero cuando hacemos algo que nos entretiene, parece pasar en un instante. Es lógico pensar que existe un reloj interno que marca el paso del tiempo en nuestro interior y que no siempre va en consonancia con el reloj exterior.

Pero la labor del científico —y un buen psicólogo ha de serlo— no se queda en aceptar los percepciones subjetivas de la mayoría o de él mismo, y debe cuantificarlas y demostrarlas. Por eso se hizo un experimento en que se pedía a dos grupos de sujetos —las personas en los experimentos son «sujetos»— que calculasen mentalmente lo que tardaba en entrar un fax. La diferencia es que a uno se le ordenaba que, mientras, fuese leyendo el fax, mientras que en el otro caso el fax era una hoja en blanco. Y aquí la ciencia demostró lo esperado. Los sujetos que se entretenían leyendo el fax evaluaban su tiempo de llegada por debajo del real, mientras que los otros, los que se aburrían viendo pasar una hoja en blanco, lo evaluaban por encima, pues para ellos el tiempo parecía ir más lento. Se prueba así que nuestro estado de ánimo modifica la percepción del tiempo.

Del correlato biológico de ese «reloj interno » —donde algo tiene que ver la glándula pineal que tanto les gusta a los autores del género fantástico— hablaré con más detalle en el siguiente post, pues aquí se alargaría demasiado.


Volviendo al momento cercano a la muerte y a esa recapitulación de toda una vida —o a ese largo lapso de tiempo concentrado en un instante que se da en los sueños cercanos a la vigilia—, achacarlo simplemente a esa diferencia en la percepción del tiempo en función de nuestro estado de ánimo quizá sería exagerado, pues la modificación del tiempo en estos casos es extrema. En el caso de la cercanía de la muerte, sí se da una situación de extraordinaria agitación emocional, pero en el otro eso no existe; sólo estamos durmiendo. ¿A qué se puede deber, pues, esa extraordinaria dilatación en nuestra percepción del tiempo?

Lo primero que hemos de tener en cuenta es que, al contrario del caso del fax, no estamos evaluando el tiempo externo, sino que estamos calculando el tiempo de algo que ocurre en el interior de nuestra cabeza, bien sea la evocación de nuestra vida o la duración de un sueño.
Lo segundo. La cercanía de la muerte —y el proceso de dormir, en mucha menos medida— provocan una serie de cambios neurológicos importantes. Por un lado se ha registrado que en esos momentos cercanos a la muerte —en operaciones de neurocirugía el cerebro se ve expuesto a un trauma similar, no es que los científicos se dediquen a llevar a sus «sujetos» hasta el umbral de la muerte— en zonas del cerebro asociadas a la visión y la memoria, ante la repentina bajada del nivel de sangre, se producen una serie de reacciones químicas que producen el disparo aleatorio de esas neuronas, provocando esos recuerdos tan vívidos e intensos. En el sueño, sin ir al cosa tan lejos, al comenzar a cambiar el ritmo de actividad regular del cerebro en vigilia, también se producen picos de actividad aleatorios, que evocarán imágenes de una forma semejante. Esto nos dice de donde vienen esas potentes imágenes que conforman ese repaso a la vida o la aparición de esos sueños tan vívidos, pero ¿por qué nos parece que han durado tanto si realmente son tan breves?

El cerebro, y esto es un hecho al que volveremos una y otra vez en este blog —espero que tenga continuidad—, no es una esponja que capta la realidad tal cual le llega, es una máquina muy activa que recibe toda esa información, la analiza, discrimina lo que le interesa y lo organiza siguiendo una serie de parámetros —habitualmente muy adaptativos—, generando así nuestra percepción de la realidad. Y eso no sólo es aplicable a la información que nos llega de fuera (la vista, el oído, etc.), sino también a la que nos llega de dentro, como esos recuerdos y sueños. Y si hay una cosa que el recuerdo y la memoria hacen con los acontecimientos —y esas imágenes evocan acontecimientos— es ordenarlos en una secuencia narrativa lógica… o que intenta que tenga la mayor lógica posible.

Se ha probado en multitud de experimentos que cuando a alguien se le dan unas viñetas o dibujos y se le pide que las ordene siguiendo el criterio que se le antoje, si estos contienen algo que pueda ser relacionado con “acontecimientos” (habitualmente personas haciendo algo), los intentará organizar siguiendo una historia, y no clasificándolos en función de colores, formas y objetos que puedan aparecer representados… aunque esa historia acabe por ser extraña y delirante.

En el caso de los recuerdos evocados por la cercanía de la muerte, todas esas imágenes que aparecen de forma casi simultánea, cuando volvemos en sí, serán organizadas por el recuerdo de forma secuencial y cronológica, dándole la forma de un largo recuerdo… aunque realmente fuesen generadas, todas a la vez, en una fracción de segundo. En el caso de los sueños pasa algo semejante, si bien la lógica será más difusa, pues las imágenes no estarán necesariamente vinculadas a la nuestra memoria biográfica —como en el caso del trauma que nos lleva cerca de la muerte— y al ser mucho más aleatorias será más difícil organizarlas en una historia.
Así pues, cuando creamos la percepción de ese tiempo interno no es dentro de nuestra cabeza, sino en el momento de despertar y de recordar lo que ha ocurrido dentro de ella. Ese recuerdo ya se nos presenta como un todo, como cuando recordamos una novela que hemos leído o una película que hemos visto, y nos dará la impresión de que es un tiempo inmenso, aunque todas sus imágenes e historias hayan sido generadas en apenas unos segundos.

Locke, en su epistemología, dijo que «para el hombre sólo existen sensaciones y percepciones», pero, al instante, se corrigió a sí mismo y añadió, «y el recuerdo de esas sensaciones y percepciones». Quizá una de las cosas que nos hace humanos, y que nos diferencia del resto de los animales, sea la fuerza y el peso de nuestros recuerdos. Con el paso del tiempo, del real, los recuerdos son los que ganan la batalla, y según la vida se va agotando intentamos compensar su brevedad con la evocación, ese lugar donde cada instante es inmenso y un segundo puede contener décadas.

6 comentarios:

lanavajaenelojo dijo...

Muy interesante.

Por algún motivo, en las películas que mencionas en segundo lugar, el mismo recurso me produce diferentes efectos que en 'An American Crime' o en el relato . Quizá al estar llevado más al extremo lo aceptamos mejor... o puede ser que el estilo y género de esos films hiciese que nos sorprendiera menos.

A mí me ha ocurrido lo de perder el conocimiento y pensar que habían pasado muchísimos minutos, casi una hora, por todo lo que había estado pasando por mi cabeza (mezcla de sueño y de mi vida pasa ante mis ojos), cuando en realidad sólo había estado "fuera" unas décimas de segundo. Una experiencia super extraña.

Por cierto, la configuración que has puesto (que he encontrado en muchos blogs de nuevo cuño) me impide publicar con mi registro en cuenta Google.

Anónimo dijo...

Haces un estudio psicológico de cómo sería la realidad para estos personajes o de la explicación real de ese fenómeno, explotado luego en literatura y cine.

Pero también se podría hacer un análisis de las consecuencias que tiene el uso de esto psicológicamente en el espectador. Supongo que llevarlo por ahí es llevarlo a mi terreno, al del estudio de los recursos narrativos y de las consecuencias que estos tienen.

Decía en el anterior comentario que en Brazil, etc... lo había aceptado de buen grado. Sin embargo, en 'An American Crime' ese "truco" me pareció mal. Y entonces, lo que yo plantearía es si emplear esta estrategia se puede considerar algo manipulativo por parte del autor y, por lo tanto, tramposo. Es muy fácil engañar al lector o espectador, lo tenemos todo de nuestra parte para ello. Por lo tanto, ¿hasta qué punto es legítimo hacerlo? Se podría decir que es como calentar a alguien para luego no darle lo que le prometías. O crear ilusiones para desilusionarlo.

Y, por otro lado, incluso aunque fuese correcto, ¿por qué se hace? ¿Cuál es el propósito de los autores que introducen este recurso? ¿Quieren hacer daño al espectador, crear un efectismo que podría considerarse facilón...?

Mira: ya he conseguido publicar con mi cuenta Google.

Elperejil dijo...

Gracias por los comentarios, navaja.

Sobre lo de los desmayos es cierto. Yo también he sufrido los míos. Tres, que recuerde, en situaciones que darían para un post más cercano al tono de Vicisitudysordidez que al de este blog (fueron en un gimnasio, en una unidad de donación de sangre y en la calle en hora punta).
Realmente te vas a negro y recobras la conciencia practicamente al momento (casi en cuanto te ponen en posición horizontal), pero te da la impresión de que ha pasado muchísimo tiempo. Bien podía haberlos usado también de ejemplo, sí.
Y a veces esa sensación la tienes incluso aunque no hayas soñado ni visto nada... te da la impresión de haber estado mucho tiempo inconsciente. Y eso tiene que ver con el tema del siguiente post, jeje... el reloj interno del que espero hablar la semana que viene.

Respecto al uso del recurso narrativo, pues supongo que pasa como en mucho otros. Si es coherente con lo que quieres narrar y tu intención, pues funcionará. En el caso del relato de Bierce, además de ser pionero, es realmente el tema de lo que cuenta... la esperanza y como el cerebro se engaña a si mismo para hacer tolerable la muerte. Lo mismo podría decirse de "El Sexto Sentido" o "El carnaval de las almas".
En el caso de "La Última Tentación de Cristo" no sólo es coherente, sino que muy honrado, pues el espectador, en ese momento, sabe que está dentro de una fantasía.
En "Brazil" se usa para mostrar una realidad interna que existe en la cabeza del prota... y es muy coherente con todo lo que hemos visto que ocurre en su interior: los sueños, su afan por la aventura y salir de su opresora rutina, etc...
Sin embargo, como bien dices, en "An American Crime" (igual que en muchas otras películas, muchas de ellas de terror) se usa sólo para dar un golpe de efecto que no tiene mucho que ver con el resto de la historia. Además, el personaje de Ellen Page es muy pasivo y la verdadera parte activa de la historia (y su interés) reside en el personaje de Catherine Keener y en ver como ella y todos los que la rodean van cayendo en un mundo perverso y enfermo de torturas a una inocente. Quizá por eso dotar a un personaje pasivo, y que no conduce la historia y su tema, de un recurso tan potente y llamativo, resulta muy tramposo. Y al hacerlo durar tanto, pues canta más que cuando lo usan en peliculas de terror.

Elperejil dijo...

Un amigo (Cheché Carmona, un gran guionista y escritor) me acaba de comentar otro caso de dilatación psicológica del tiempo realmente extremo y peligroso. Un amigo suyo, conduciendo, dio una breve cabezada y él (que iba en el asiento del copiloto) le avisó; enseguida se enderezó y retomó el control. No pasó nada... pero en el tiempo de esa cabeza, apenas un segundo, tuvo tiempo de tener un sueño completo... realmente impresionante lo que debió sentir al volver de esa ensoñación y encontrarse otra vez frente al volante y la carretera.

Montse de Paz dijo...

Hola, Elperejil. He leído con mucho interés tu larga entrada -y también el relato de Bierce, en su inglés original-. Me ha gustado saber un poco más por qué el tiempo a veces parece volverse elástico, o por qué la memoria es tan selectiva...

En la escuela nos enseñaron que una buena fórmula para recordar los conceptos de una lección era buscar nexos lógicos entre unos y otros. Así, parece que la capacidad de fabular y crear historias es algo innato de la naturaleza humana, ¿es así? Pero además de la lógica, habrá otros detonantes que ayudan a preservar la memoria, aunque la distorsionen. Imagino que en otra entrada hablarás de la importancia del factor emocional y afectivo en la fijación del recuerdo.

Jamás he perdido la consciencia así que no sé qué ocurre cuando uno se desmaya, pero sí puedo corroborar que, soñando, el tiempo es increíblemente versátil. Sueños que se te antojan largos como una sesión continua resulta que quizás sólo han durado segundos o pocos minutos, a lo más... Y esos sueños raros, en colores, con sonidos e impresiones fuertes, fuera de la fase REM, también sé lo que son.

Sobre cómo el relato de Bierce ha influido en el cine, me han venido a la mente dos películas, Tesis y su remake yankee, Vanilla Sky, como ejemplo de vidas totalmente imaginadas o soñadas por su protagonista. También podríamos hablar de Matrix, en cierto modo.

Y en cuanto a "engañar" al lector o al espectador... Bueno, creo que eso es justamente lo que pretenden los autores, ¿no? Podríamos decir que un escritor es un mago que crea ilusiones y el lector, en realidad, espera y desea ser engañado. Lo importante es que el impacto de esa ilusión sea satisfactorio y que no decepcione. Si el lector -o el espectador- queda satisfecho, el artista ha hecho bien su trabajo.

Elperejil dijo...

Gracias por tus comentarios Elisabet.
Efectivamente nuestro cerebro (o nuestra mente, considerando esta el conjunto de sus procesos en el tiempo) responde muy bien a las historias y le resulta más fácil memorizar algo cuando puede ordenarlo de forma lógica en una narración.

De hecho ese es una de las grandes conexiones entre la psicología y el cine (y la literatura y cualquier otra forma de narración).

En otros posts, más adelante, espero hablar de la memoria (y cómo las emociones -y sensaciones- efectivamente ayudan a fijarla y recuperarla... o al engañarla) y de muchas más cosas relacionadas con esa tendencia nuestra a construir de forma narrativa la realidad: de hecho algunos delirios aparentemente absurdos no son más que intentos de nuestro cerebro de dar un orden narrativo y lógico a ciertos inputs externos e internos.

La peli que citas de Amenabar supongo que es "Abre los ojos", en la que efectivamente se juega con esas realidades que están dentro de la mente.

En "El efecto mariposa" también se juega ese efecto de concentración temporal, pues cuando el prota despierta de sus "viajes en el tiempo" (en los que cambia el pasado y, a través de eso, el presente) también se marca el como el tipo revive en segundos varios años de vida y el tremendo efecto emocional y hasta físico que le causa. Eso sí, dicen una barbaridad: que los recuerdos se almacenan en la parte externa del córtex (la memoria biográfica tiene más que ver con el hipocampo y otras estructuras de su alrededor).

Respecto a lo de engañar al espectador... efectivamente, si funciona, bien hecho. Pero para lograr que funcione quizá sea necesario disimular bien el truco, que sea muy coherente e inesperado, pero que ese espectador o lector no lo vea venir y se sienta engañado, pues entonces perderá el efecto.