Durante mucho tiempo me pregunté por qué le llamaban septiembre al mes que ocupa el noveno lugar en el calendario, e igualmente octubre al décimo, noviembre al onceavo y diciembre al duodécimo. La respuesta la encontré en el apasionante libro de Whitrow «El tiempo en la historia», cuya lectura recomiendo a todos aquellos que quieran saber de dónde viene nuestra manera de medir el tiempo, qué otras formas de medirlo han existido y en qué influye (o ha influido en el pasado) esto en nuestras vidas. Luego, la información de ese libro, la fui completando con otras fuentes hasta hacerme una composición mental que, de forma muy resumida y esquemática, paso a comentaros ahora.
La caída de Numancia
En Roma el año empezaba con la llegada de la primavera. No sólo por su valor metafórico de que el ciclo de la vida, tras el invierno, vuelve a comenzar, sino porque para una nación basada en la guerra esa era la estación en la que se emprendían las campañas militares tras tener a las tropas acuarteladas durante el invierno. Ese era el momento de la elección de los dos nuevos cónsules que estarían a cargo de la política y del mando de los ejércitos y que, siguiendo la costumbre de la República de Roma, darían su nombre a ese año.
Así, además de datar los años contando a partir de la fundación de Roma («Ab Urbe Condita»), de forma más popular se los denominaba por los cónsules que habían llevado las riendas de la República. Por ejemplo, el año 1 de nuestra era podría ser llamado «año 754 A.U.C.» o «año de Cayo Julio César y Lucio Emilio Paulo».
(El año 1 ya pertenece al Alto Imperio Romano y los cónsules, de aquella, tenían un papel meramente representativo —el Emperador y sus funcionarios eran quienes ostentaban el verdadero poder—; el Cayo Julio César del año 1 no es, evidentemente, el famoso Julio César que venció a los galos y fue asesinado por Bruto)
Pues bien, ya que esos cónsules darían nombre al año es lógico que el año comenzase con su nombramiento. Así, durante siglos, en la República de Roma el año comenzaba con el inicio de las nuevas campañas militares en Marzo, el mes de Marte, Dios y señor de la guerra.
Eso funcionó muy bien mientras las campañas de Roma se limitaron a la península itálica y sus alrededores (Sicilia, Túnez, Alpes), pero cuando su poder fue creciendo y las campañas se trasladaron a escenarios más lejanos, como Hispania, la cosa cambió.
En concreto, parece ser que fue en la guerra contra la poderosa ciudad hispana de Numancia cuando se vio que al enviar al ejército romano en marzo, entre el largo viaje y las complejas obras de asedio, éste se quedaba sin el tiempo necesario para que el hambre debilitase a la ciudad lo suficiente como para poder asaltarla con garantías; el invierno les pillaba en plena campaña y debían de volver a Roma. Por eso, de forma excepcional, el año 153 B.C. (no sé si hubo algún caso anterior), se eligieron los cónsules en el mes de Jano (enero), dando comienzo al año en esa temprana fecha. Así el ejército romano, tras una frustrante guerra de 10 años, dispuso de tiempo suficiente para sitiar la ciudad y, por fin, pudo conquistar Numancia.
Pero, claro, dile tú a los siguientes cónsules que los anteriores iban a tener dos meses extras de mandato. Hubo muchas presiones para que la elección de los nuevos cónsules se volviese a celebrar en enero, además de que el ejército aún tenía campañas que luchar en Hispania y, pronto, en otros lugares igual de lejanos.
Con el crecimiento de Roma se crearon más y más legiones, cada una con sus propios generales, y los cónsules pasaron a desempeñar un papel más político (aunque algunas veces volvieron a comandar tropas). Buena parte de esas legiones ocuparon campamentos permanentes en lugares y ciudades lejanas de Roma, con lo que, sin ese apremio por enviar a las tropas a lugares lejanos (pues ya estaban en ellos), el mes de marzo volvió a usarse para elegir a los cónsules y comenzar el año. Y así quedó establecido en la reforma del calendario que ordenó Julio César, el conocido como calendario juliano.
Pero lo de comenzar en enero ya había quedado establecido como un precedente y, en algunas ocasiones, los años volvieron a comenzar ese mes.
Del calendario juliano al gregoriano
Con la cristianización del calendario juliano había que buscarle una lógica a lo de que el año comenzase en marzo, pues lo del dios Marte no era muy compatible con la ortodoxia cristiana. Así que el año se hizo arrancar el día 25 de marzo, el día de la anunciación, que es cuando la Virgen María se queda embarazada de Jesús y, sí, nueve meses exactos más tarde, da a luz el día de Navidad; un embarazo divino es lo que tiene, las fechas caen matemáticamente. El embarazo de María era, de hecho, el momento en que Jesús comienza a llegar, poco a poco, a este mundo para salvarlo.
Sin embargo, el calendario juliano, igual que todos los calendarios solares, tiene un problema: no hay un número exacto de días dentro de un año solar astronómico. O sea, que la tierra tarda 365 días y pico en dar la vuelta al sol. Y el lío viene en cómo lidiar con ese «pico».
En el calendario juliano se introdujeron los bisiestos cada cuatro años, algo que soluciona un poco la cosa, pero que aún así da un error de 3 días cada 400 años. Para 1582 ese desfase ya era de 10 días. O sea, que aunque las fiestas relacionadas con el solsticio de verano (San Juan y todo eso) se celebraban alrededor del 21 de junio, el solsticio realmente ocurría el 11 de junio. Para solucionar eso el papa Gregorio XIII ordenó un nuevo calendario, el que conocemos como gregoriano, para corregir eso.
En este nuevo calendario, actualmente en uso en nuestro país y buena parte del mundo, lo que se hace, básicamente, es eliminar los años bisiestos que caen en año secular (o sea, de fin de siglo: los acabados en «-00») con excepción de los divisibles por 400; o sea, que el año 1900 no fue bisiesto pero el año 2000 sí lo fue.
Su implantación no fue inmediata ni en todos los lugares al mismo tiempo y, a veces, causó tremendas revueltas al tener que eliminarse 10 días del calendario (del 4 de octubre de 1582 se pasó directamente al 15 de octubre de 1582) para hacer el ajuste, cosa que mucha gente veía como si realmente les robasen parte de su vida.
Como apunte curioso decir que la «revolución de octubre» soviética realmente ocurrió en nuestro noviembre, pues Rusia, en 1917 aún se regía por un calendario basado en el juliano. El Reino Unido también tardó mucho en adoptar el calendario gregoriano (eran protestantes y a ese calendario lo veían como «papista»), con lo que la supuesta coincidencia de la muerte de Shakespeare y Cervantes… no es real; ambos murieron el mismo día de diferentes calendarios, pero con 10 días de diferencia. Thomas Pynchon, en un capítulo de «Mason & Dixon», fantasea sobre a dónde se fueron esos 10 días, un relato en sí mismo que es una verdadera obra maestra del cuento corto.
El calendario gregoriano tampoco es perfecto y, de hecho, se produce un desfase de 3 días cada 10000 años; aún queda lejos… así que ya lo resolverán otros.
El 1 de enero
El comienzo del año en el calendario gregoriano se cambió del 25 de marzo al 1 enero por varias razones (conste que algunos reinos y principados, tanto por el viejo ejemplo latino de la toma de Numancia como por las razones que expondré a continuación, ya lo habían cambiado con anterioridad. Un comerciante de la época comentaba lo curioso que le había resultado, al viajar por Italia entre enero y marzo, el andar cambiando continuamente de año según cruzaba las fronteras de uno u otro principado italiano):
Por cuestiones matemáticas y de elegancia resulta más conveniente que el año comience el día 1 de un mes y no el 25. Creo que, de hecho, es algo bastante evidente.
Por otro lado, en todo el mundo cristiano, las celebraciones del nacimiento de Cristo se habían convertido en las más importantes y populares, y tenía mucha lógica comenzar el año, precisamente, con la llegada de nuestro salvador durante las Navidades.
Además, coincidió que el día 1 de enero era ocho días después de la Nochebuena, con lo que según los ritos judíos ese fue el día en que Jesús había sido circuncidado. Se le dio la lectura de que esa fue la primera sangre que derramó Cristo por la humanidad, comenzando así la labor de salvación que culminaría en la cruz. ¿Qué mejor manera de empezar el año que con el primer paso hacia la salvación de la humanidad? Esa gotita de sangre derramada desde el recién cercenado prepucio de Jesús.
Así pues, lo que mañana celebraremos, señores, es la circuncisión de Jesús, el día del Santo Prepucio, el verdadero evento que da el pistoletazo de salida al año; bueno, pistoletazo, lo que se dice pistoletazo, no… más bien tijeretazo.
No me queda más que desearon un magnífico año, lleno de grandes y buenas sorpresas, y que dé comienzo con un:
¡Feliz día del Santo Prepucio!
8 comentarios:
Como siempre, interesantísimo, pero a ver si consigo olvidar la referencia al prepucio a la hora de la cena...
Gracias, AdPV...
Qué tengas un buen año y un feliz días del Santo Prepucio... y que no pienses en ello hasta bien pasada la hora de la cena. ;)
Por cierto, la Iglesia, supongo que por vergüencita, eliminó esta celebración hace unos 50 y pocos años... pero creo que es una tradición (precisamente por su decisivo papel a la hora de fijar la fecha del año nuevo) a reivindicar.
Estuve tentado a titular la entrada "La caída de Numancia y el prepucio de Jesucristo"... pero a algunos quizá les podría parecer irreverente y, sobretodo, desvelaba el final del artículo.
En efecto, queda mucho mejor lo del prepucio como sorpresa final. Supongo que de ahí viene lo de comer churros, es otra forma de tomar el cuerpo de Cristo, así que no sólo celebramos la Última Cena sino también el Primer Desayuno, lo único que sin bendecir. A diferencia de la hostia eso sí, están ricos, por eso no hace falta bendecirlos, su consumo está justificado en sí mismo.
Ahora, si nos ponemos estrictos y tenemos en cuenta que Jesús no nació realmente el 25 de Diciembre, ni lo del prepucio celebramos siquiera.
Por cierto, muy buen y completo blog, me alegro de que te animaras a pasar de comentar a escribir entradas.
Un saludo y feliz día del Santo Prepucio.
Jaja... qué bueno lo de los churros; no se me había ocurrido. Gran contribución a la entrada.
Muchas gracias por la visita y el comentario, Javier... y ¡¡¡qué pases un feliz día del Santo Prepucio!!!
Jope, pues no conocía este blog, pero la entrada del tiempo y el calendario me ha parecido genial, muy bien escrita, y muy a cuento, por cierto, de estas fechas; ¡no conocía que el 1 de enero coincidía con la circuncisión del Niño! Juas, juas... qué cosas!
Bueno, un abrazo y felicidades por el blog.
Gracias por la visita Deusvolt; creo que nos conocíamos "de vista" de los blogs de Lola y de Montse de Paz. Me alegro de que te haya gustado y espero que "nos sigamos viendo" tanto en este blog como en el tuyo (lo visito... a ver si me animo a comentar).
Y que tengas un buen año!!!
Vi un capítulo de "Bones" (temp. 5. cap. 10, es decir, el último emitido hasta la fecha) en el que, para definir a una tía como superfreak científica ponían que se negaba a celebrar la navidad porque decía que Cristo había nacido en marzo. Cada vez que alguien le preguntaba qué iba a hacer esa fiesta, soltaba el rollo y la gente ya no la quería ni oír. Pero, claro, si de lo que hablamos es de una friqui de cuidao, científica para más inri, lo que debería es no creer en absoluto y negarse a celebrarlo en ninguna fecha. Al final del capítulo, la prota, Bones, dijo que era la celebración de Saturnalia, como ya había dicho Sheldon en 'The Big Bang Theory'.
La fecha del nacimiento de Jesús (de haber existido tal personaje, pues tampoco es que las fuentes de su existencia, fuera de la Biblia, sean muchas o muy fiables) resulta contradictoria a partir de las fuentes que da la Biblia.
Por un lado está lo del censo ese al que acudieron sus padres y que bien podría situar el nacimiento en marzo. Pero luego está el tema de la anunciación y el momento en que María se queda embarazada... que también, según el calendario judio y la festividad a al que se refiere, también caería en marzo... con lo que Jesús habría nacido en diciembre, como marca la tradición.
Teniendo en cuenta que la Biblia y los Evangelios fueron escritos por muchísimas personas diferentes, que cada una contó con sus propias fuentes, a saber con qué fiabilidad, es normal que se produzcan estas contradicciones entre las fechas.
Lo del portal de Belén tiene también coña, pues tal y como se cuenta ahora, incorporando conceptos un tanto modernos, es contrario a lo que el contexto histórico indica. De aquella no existían posadas y hoteles como los actuales y los viajeros de origen humilde (los ricos eran convidados por otros ricos) pernoctaban en unos recintos a cielo abierto malamente acondicionados para acogerlos. El de Belén estaba lleno pero, aún así, lo normal sería pasar la noche allí al lado o que le hubieran hecho un hueco igual. Sin embargo, al ver el avanzado estado de embarazo de María y que podía dar a luz en cualquier momento, un alma caritativa del lugar le dejó pasar a su establo, donde estaría más caliente y a cubierto, por si daba a luz (como al final ocurrió). Hay que tener en cuenta que, de aquellas, la gente convivía con los animales y que los establos eran una habitación más de la casa, habitualmente la menos húmera y más calentita. Dejarle el establo a María fue un acto de enorme generosidad, no de cutrerio.
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