miércoles, 5 de mayo de 2010

La revolución silenciosa

Lola Mariné, desde su blog gatosporlostejados, nos recomendó la lectura del libro de José Antonio Millán, «Perdón , imposible», que trata sobre el uso correcto de los signos de puntuación. Algo importante pues, si una mala ortografía tan sólo nos puede causar vergüenza, una mala sintaxis y puntuación puede convertir un texto en ilegible o cambiar por completo su sentido —y, posiblemente, a lanavajaenelojo le interesaría especialmente un breve capítulo (lo único que se le puede reprochar a ese libro es su brevedad, pues uno de queda con ganas de mucho más) en el que habla de los errores de traducción en la puntuación, pues también existen y se comenten con mucha frecuencia—.
Además de hablar de normas y de darnos consejos, el autor también hace un poco de historia de la puntuación, algo que me resultó mucho más interesante de lo que me podría haber figurado. Ya intuía, a base de ver inscripciones en tumbas y monumentos antiguos, que los romanos y griegos no usaban signos de puntuación, por lo que leer un texto latino, de aquellas, tenía mucho de arte pues había que descubrir donde estaban las separaciones entre palabras, frases, párrafos, etc.

Por ello, los textos, antes de ser leídos en voz alta, se estudiaban y preparaban para después declamarlos correctamente. Petronio, en el «Satiricón», cuenta la alta estima en que tenía el rico Trimalción a un muchacho que sabía leer «a simple vista», o sea, que era capaz de leer en voz alta un texto de buenas a primeras, algo semejante a lo que hacen hoy unos pocos músicos, que son capaces de tocar con soltura una partitura que jamás han visto, sin estudiarla ni ensayarla previamente. En ambos casos, todo un despliegue de virtuosismo.

Se supone que la aparición de los primeros puntos y comas se debe a las marcas que, para orientarse en su posterior lectura durante la misa, hacían los sacerdotes de la Edad Media sobre la Biblia y los misales. Y, aunque antes ya habían comenzado a separarse las palabras, hasta la implantación de la imprenta no se comenzaron a usar de forma sistemática los signos de puntuación.

Los escritores aún tardaron un tiempo en asumir eso de la puntuación y ésta, en muchos casos, era responsabilidad de los componedores de las imprentas. Así, si tenemos una edición del Quijote bien anotada, veremos que hay frases y párrafos de esta gran obra maestra que están sujetos a la interpretación de los editores, pues Cervantes ni usaba signos de puntuación ni separaba los bloques de texto en párrafos (estos fueron introducidos en el Quijote a mediados del XIX); tan sólo marcaba los capítulos. Otros autores, al contrario, ya usaban la puntuación, como Quevedo, que vigilaba muy de cerca a sus componedores para que «no le cambiasen ni una coma». Seguramente, el origen de esta frase, venga de esa época.

De toda esa información histórica sobre la escritura y la puntuación lo que más me sorprendió, y hasta llegó a conmoverme, es un breve fragmento de las «Confesiones» de San Agustín. En él relata cómo se sorprendió al ver a San Ambrosio ante un manuscrito, sentado en soledad y mirándolo en completo silencio, sin mover los labios. Se le acercó y le preguntó qué estaba haciendo. San Ambrosio le dio una respuesta que, aunque hoy resulta natural, en aquel momento fue sorprendente. Estaba leyendo.

San Agustín se asombró de que alguien pudiese leer en voz baja y para sus adentros, pues era algo que jamás había visto u oído que se pudiese hacer. Los textos, hasta entonces, eran una forma de fijar la voz para luego reproducirla a través de una persona que, tras estudiarlo bien para saber dónde se separaban las palabras y frases, lo leyese en voz alta para los demás. Era una forma de aportar algo a la conversación, de traer las palabras de otros a la conversación. Pero apenas se había considerado como una forma de diálogo íntimo, silencioso, entre el autor y el lector.

Esa sencilla acción de San Ambrosio, leer para sí mismo en silencio, mentalmente, sin siquiera mover los labios, es uno de los actos más revolucionarios y profundos de la historia. Y quizá San Ambrosio no fuese el primero en hacerlo, pero sí fue el que, a través de San Agustín, legó su hazaña a la posteridad. No es de extrañar que se le suela representar con un libro.

Nuestras acciones, lo que aprendemos y hacemos, configura la estructura de nuestro cerebro y sus funciones. Y leer, leer mentalmente, (afortunadamente) es hoy algo tan natural y común que no nos damos cuenta del gran paso que supuso para nosotros. De lo diferentes, quizá mejores, que nos han hecho los libros y sus voces silenciosas.

Alguna vez, leyendo un libro sin ilustraciones y con páginas y páginas llenas de abigarradas letras, en la mirada sorprendida y curiosa de mi hijo (un bebé de 22 meses) puedo atisbar la de San Agustín, preguntándose qué estaría haciendo San Ambrosio, a punto de cruzar una puerta que, para siempre, cambiaría, sino el rostro, sí la mente de la humanidad.

Pocos inventos, pocos hechos, han sido tan revolucionarios.

17 comentarios:

Elperejil dijo...

Así que, ya sabéis, cuando en una película de romanos o ambientada en la antigüedad, sale un personaje leyendo para su adentros un mensaje que acaban de traerle, o un libro, se trata de un gazapillo, un error histórico...

Daniel Domínguez dijo...

Muy interesante. De ahora en adelante veré con otros ojos a San Ambrosio. Mira tú lo que has conseguido. Muy bien traido el título.
Veintidós meses ya. Eso es el tiempo que pasa, ¿no?

Elperejil dijo...

Bueno, otras partes de la biografía de San Ambrosio no son tan halagüeñas con el personaje... pero este momento es sublime.

Y tenías razón con lo del niño... es un reloj, y de arena; según crece es como si las arenas del tiempo se amontonasen sobre él. Las horas, días, semanas, pasan de ser una abstracción a cobrar carne y ser algo físico. Por el resto, el crío, un encanto... qué te voy a contar.

Anónimo dijo...

Guau, es impresionante. Jamás me lo habría imaginado, además de que es muy bonito cómo cuentas todo lo de San Ambrosio, bueno, todo el final de la entrada.

Tampoco se me habría ocurrido pensar que hace tan poco tiempo, en época de Cervantes, no se usase puntuación. Me parece un mérito enorme el de los editores.

Sí supongo que intuía lo de los textos latinos y griegos, pero no pensaba que llegase al punto de que no se pudiesen leer directamente.

El libro tiene que estar muy bien, no sólo por la parte de la traducción, que seguro que es interesantísima, sino por todo. Siempre he sido muy maniática de la puntuación y la ortografía, así que cualquier manual de estos me interesa un montón.

Elperejil dijo...

Muchísimas gracias lanavajaenelojo (jeje, cada vez que escribo este nick me da la sensación de estar hablando con una india sioux o algo así) por el comentario y el buen ánimo que me transmite.

El libro es muy fácil de conseguir y baratito, y tremandamente ameno. Si hay algo que se le puede reprochar es que se hace muy breve y que, de algunas cosas, querrías que te contase más. Todo el tema de las normas y consejos de puntuación está muy bien, y los ejemplos son fabulosos, tomados de numerosas obras de la literatura española e hispanoamericana (excepto el de la traducción, claro). Seguro que lo disfrutarás.

Además, el autor tiene una completa página web llena de blogs y sitios de referencia: http://jamillan.com/

Y, en uno de los blogs, dedicado a la «destrucción de Barcelona», también pone su granito de arena contra el satanismo urbanístico (si bien él se centra en señalar lo que ha de salvarse).

Uralito dijo...

Como es habitual, un post muy instructivo. Sabía lo de que en los textos griegos antiguos no había puntuación porque hace años tuve tratos con algún fragmento, pero no que la cosa se había demorado tanto tiempo.

Creo que hace no mucho leí que precisamente en el Quijote el único personaje que lee en silencio es el protagonista, lo cual no deja de ser curioso...

Y sólo un pequeño matiz. Lo que cuenta el autor sobre San Agustín no es totalmente exacto. La obra la leí hace ya años, pero el fragmento de marras de las “Confesiones” dice así:

“Cuando éstos le dejaban libre, que era muy poco tiempo, dedicábase o a reparar las fuerzas del cuerpo con el alimento necesario o las de su espíritu con la lectura. Cuando leía, hacíalo pasando la vista por encima de las páginas, penetrando su alma en el sentido sin decir palabra ni mover la lengua.
Muchas veces, estando yo presente-pues a nadie se le prohibía entrar ni había costumbre de avisarle quién venía-, le vi leer calladamente, y nunca de otro modo; y estando largo rato sentado en silencio -porque ¿quién se atrevía a molestar a un hombre tan atento?-, me largaba, conjeturando que aquel poco tiempo que se le concedía para reparar su espíritu, libre del tumulto de los negocios ajenos, no quería se lo ocupasen en otra cosa, leyendo mentalmente, quizá por si alguno de los oyentes, suspenso y atento a la lectura, hallara algún pasaje obscuro en el autor que leía y exigiese se lo explicara o le obligase a disertar sobre cuestiones difíciles, gastando el tiempo en tales cosas, con lo que no pudiera leer tantos volúmenes como deseaba, aunque más bien creo que lo hiciera así por conservar la voz, que se le tomaba con facilidad.
En todo caso, cualquiera que fuese la intención con que aquel varón lo hacía, ciertamente era buena.”

Agustín, sorprendido por esta práctica no habitual, especula con los posibles motivos:

a) lee en silencio para que no le den el coñazo;
b) lo hace para conservar la voz.

El que el autor haga este tipo de elucubraciones deja claro, aunque no lo diga de forma explícita, que la lectura silenciosa era algo muy raro.

Si nos remontamos unos cuantos siglos, el discípulo “listillo” de la Academia platónica, Aristóteles, era apodado como “el lector”, porque leía libros por su cuenta, mientras que lo habitual era que fuese un esclavo el que realizase las lecturas para los alumnos. De hecho, parece ser que un libro se consideraba publicado cuando había sido objeto de una lectura pública por parte de un esclavo.

Saludos.

Elperejil dijo...

Muchas gracias por el instructivo comentario, Uralito.

Efectivamente, con lo de San Ambrosio, me tomé una pequeña licencia para hacerlo un poco más poético, pues realmente marca lo extraño y raro que era en el pasado lo de leer para uno mismo.
Ese fragmento de las "Confesiones" lo había leído cuando me documenté (aunque en inglés, pues no lo encontré en castellano), y está realmente muy bien que lo hayas traido para completar el contenido de la entrada. También leí otras cosas sobre San Ambrosio que no le dejan tan bien, jeje... un personaje complejo, la verdad.

NO sabía lo de Aristóteles ni lo de que para "publicarse" un libro había de leerlo un esclavo. Muy interesante. Es tentador hacer un símil con los becarios o gente mal pagada que se dedica a hacer lecturas de manuscritos para editoriales y agencias, jeje.

Eso sí, conocía lo de que en la antigüedad era raro que alguien leyese, pues eso solía hacerlo un esclavo versado en el tema. De hecho, me hizo gracia saber que Cicerón basó su fortuna económica en un lucrativo negocio: se dedicaba a comprar niños bárbaros, a bajo precio, sin formación ninguna; les educada y les enseñaba a leer y a mantener una buena conversación, y después los vendía por grandes sumas. Se podría decir que trabajaba en el "software" de esos "lectores", jeje...

Lola Mariné dijo...

Vengo a hacerte una visita y lo primero que me encuentro es mi nombre, jeje.
Bueno, gracias por la mención. El libro ciertamente es muy interesante y ameno.
A mi tambien me sorprendió que en tiempos no se utilizara la puntuacion, aparte de ser peligroso para la salud (por el peligro de asfixiarse) sería bastante complicado coger el sentido.
Saludos.

Uralito dijo...

Ja, ja, en todas partes tiene que haber un toca-narices, y como parece que aquí no tienes ningún troll, me hacía ilusión experimentar ese nuevo papel...

La licencia claro que no traiciona el sentido de la cita, lo que pasa es que pensé que era del autor del libro. Las obras de Agustín en castellano las puedes encontrar aquí (cuidado con empacharse):
http://www.augustinus.it/spagnolo/index.htm

El fragmento que puse es de esta versión, porque yo tengo una edición de Alianza pero es más cómodo el corta y pega.
En la misma obra de Agustín (Libro IX, Capítulo VII), éste relata otra de las hazañas de Ambrosio:

“Entonces fue cuando se instituyó que se cantasen himnos y salmos, según la costumbre oriental, para que el pueblo no se consumiese del tedio de la tristeza. Desde ese día se ha conservado hasta el presente, siendo ya imitada por muchas, casi por todas tus iglesias, en las demás regiones del orbe.
16. Entonces fue cuando por medio de una visión descubriste al susodicho Obispo el lugar en que yacían ocultos los cuerpos de San Gervasio y San Protasio, que tú habías conservado incorruptos en el tesoro de tu misterio tantos años, a fin de sacarlos oportunamente para reprimir una rabia femenina y además regia.
Porque habiendo sido descubiertos y desenterrados, al ser trasladados con la pompa conveniente a la basílica ambrosiana, no sólo quedaban sanos los atormentados por los espíritus inmundos, confesándolo los mismos demonios, sino también un ciudadano, ciego hacía muchos años y muy conocido en la ciudad, quien, como preguntara la causa de aquel alegre alboroto del pueblo y se lo indicasen, dio un salto y rogó a su lazarillo que le condujera al lugar; llegado allí, suplicó se le concediese tocar con el pañuelo el féretro de tus santos, cuya muerte había sido preciosa en tu presencia. Hecho esto, y aplicado después a los ojos, recobró al instante la visita.
Al punto corrió la fama del hecho, y al punto sonaron tus alabanzas, fervientes y luminosas, con lo que si el ánimo de aquella adversaria no se acercó a la salud de la fe, se reprimió al menos en su furor de persecución.”

Por supuesto el “susodicho Obispo” es Ambrosio, y la “rabia femenina y además regia” es la de Justina, la emperatriz-madre que era arriana.
Pero creo que en la actualidad a los milaneses esto se la trae un tanto al pairo, y lo que de verdad les preocupa es si San Ambrosio sería del Milan de Berlusconi o del Inter de Moratti...

Lo de la publicación de un libro en la época de Aristóteles supongo que habría que ponerlo entre comillas, pero, bueno, era la forma de dar a conocer los escritos cuando aún había un mercado muy reducido y responde al significado de la palabra; de Heródoto, por ejemplo, se dice que dio a conocer su obra leyéndola públicamente en Olimpia durante la celebración del festival.

Muy bueno lo de Cicerón, no tenía ni idea... me lo apunto, igual que la lectura del libro de Millán.

Elperejil dijo...

Muchas gracias por la visita Lola... y nada por lo de citarte. Es de buena educación citar las fuentes, y de no ser por tu blog no habría leido ese estupendo libro.

;)

Elperejil dijo...

Qué vas a ser un troll (y seguro que con alguno te habrás enfrentado); tus contribuciones suelen ser precisas e interesantes.

Muy buena esa cita de las Confesiones. Me hace especial gracia, al principio, lo de instaurar los cantos y salmos para evitar el tedio de la tristeza. Uno se pregunta si no sería, simple y llanamente, para evitar el tedio. También leí, en la historia de uno de los primeros zares de los Rus (aún era Varego, nórdico) de Kiev, quería adoptar una religión, por lo que llamó a representantes de las diferentes religiones de su entorno. Rechazó al Islam por su prohibición sobre el alcohol (algo normal en un ruso) y a los latinos, precisamente, por que su rito le parecía oscuro y aburrido; al final se quedó con el rito ortodoxo, más luminoso y ameno... y, mira tú, por eso Rusia se hizo ortodoxa y heredó la protección de esa religión (estoy seguro que ya sabías lo de que Zar significa César).

Majo dijo...

Qué dos entradas tan bonitas, la tuya y la de Daniel. Una me trajo a la otra esta vez -digamos que él acortó el camino enlazándome aquí-.

Me ha gustado mucho, repito, y aparte de la curiosidad de conocer que leer en soledad y silencio no era "lo normal", me encantó leer una frase de tu cosecha, como suelen ser las frases con las que me termino quedando, que son, cómo no, las más personales.

Es esta: " (...) de lo diferentes, quizá mejores, que nos han hecho los libros y sus voces silenciosas"

Cuánta razón, se nota lo reflexivo que eres (y nosotros que lo disfrutemos, jeje).

Saludetes.

Elperejil dijo...

Muchas gracias por el comentario, Majo. Y muy halagado porque te haya gustado esa frase. Cuando uno se pone poético o reflexivo, a veces, tiene miedo de ponerse ñoño de más (que a otros puede parecérselo, claro), así que es un alivio que te haya gustado. :)

Uralito dijo...

Oye, ya hay subtítulos en castellano para "Die Feuerzangenbowle", la peli a la que dedicaste una entrada:

http://www.opensubtitles.org/en/subtitles/3555609/feuerzangenbowle-die-es

Elperejil dijo...

Qué buena noticia, sin ser genial es una película muy interesante y agradable de ver, con un final brillante, y unas circunstancias que la rodean realmente soprendentes; aparte de la costumbre alemana de verla en grupo en navidades. Tomo nota de los subtítulos para bajarlos y substituir los ingleses. Gracias.

Georgia SinClaire dijo...

Excelente blog.

(has leído algo de Unamuno?)

saludos pingüinoLinux. :P

Elperejil dijo...

Muchas gracias Georgeligne.

Sí he leído a Unamuno, si bien hace muchos años... seguramente merezca la pena regresar a alguno de sus textos; guardo un grato recuerdo.

;)