jueves, 27 de mayo de 2010

Música de cine - Giovanni Fusco

«La música es la luz, el alma, de la película; es la voz del misterio que se esconde en el fondo de las imágenes»

Las anteriores palabras corresponden a Giovanni Fusco quien, al contrario que Korngold, consideraba que la música de cine era una forma de composición musical tan importante y digna como un concierto o una pieza de cámara; de hecho, la forma de composición más representativa de la música orquestal del siglo XX.
Quizá esa diferencia de opiniones se deba, en parte, a la dispareja formación de ambos músicos. Ambos eran verdaderos genios de la música, niños prodigio, que podían tocar una partitura de buenas a primeras mientras la leían. Los dos tenían una sólida formación académica y teórica, en la que destacaron sobre el resto de sus compañeros, y desde muy jóvenes crearon piezas de cámara y conciertos. Pero Korngold venía de una tradición centroeuropea neo-romántica, mientras que Fusco se educó con Alfredo Casella, miembro de la llamada «generación de los ochenta», un grupo de músicos italianos nacidos en torno a esa década del XIX y que incorporaron la vanguardia a la música italiana. Fusco, desde el principio, descubrió que música sólo había una; por eso, más allá de los esquemas clásicos o de la división entre música popular y culta, o clásica y de vanguardia, en sus composiciones incorporó todo tipo de instrumentaciones, de ritmos y estilos, desde el clasicismo de las bellas melodías orquestales a ritmos de jazz o de twist —jugando incluso con improvisaciones—, a elementos tomados de la música estocástica y dodecafónica, o al uso de instrumentos electrónicos y de ruidos grabados o producidos por todo tipo de objetos. Y todo eso siempre al servicio de la expresión, no de la experimentación por la experimentación, manteniendo una sólida personalidad, una voz propia que no se dejase extinguir por toda esa mezcla de estilos y sonoridades. Ni siquiera por la fuerte personalidad de los directores de cine con los que trabajaría, con cuyas obras la música de Fusco mantiene una relación de tú a tú.

Giovanni Fusco comenzó su relación con el cine muy pronto, tocando el piano en películas mudas con sólo nueve años. Luego, ya fascinado por ese nuevo medio, el medio de expresión por excelencia del siglo XX, en 1936 compuso su primera banda sonora: «El camino de los héroes», un documental de Corrado D’Errico. A partir de ahí, junto a su producción de música pura, creo numerosas piezas sonoras para el cine.

Quizá las más enriquecedores y donde fue consolidando un lenguaje musical realmente personal y diferente a todo cuanto se había hecho hasta entonces, fueron las nacidas de su fructífera relación con Antonioni: «L’Avventura», «I vinti», «Il grido», «Le amiche», «Eclisse», «Deserto Rosso», «Cronaca de un amore»… En todas ellas la música es una voz más, que suele hablar cuando todas las demás callan. Los recursos que usa Fusco son numerosísimos, desde la orquesta a los instrumentos de la música popular, desde las piezas tonales a colecciones de ruidos incidentales, desde canciones y ritmos de twist a etéreos lamentos que él llamaba «canciones sin palabras». Ambos, Antonioni y Fusco, no pararon de investigar y experimentar, en uno de los diálogos músico-director más productivos y fascinantes de toda la historia del cine.

En este fragmento de «L’avventura» podemos ver como esa música, tan sorprendente y rompedora en ese momento como las imágenes de las que participa, parte tanto de la música tradicional italiana como de los ritmos de la música popular juvenil de la época.



En los créditos iniciales de «Deserto Rosso» combina los ruidos de fondo con la orquesta y la voz (una de sus «canciones sin palabras»), creando una enigmática pieza, casi atonal, que redefine perfectamente esas imágenes con las que la película comienza a introducirse en nosotros.



En la línea opuesta, demostrando su talento para la melodía, para «Eclisse» compuso este pegadizo twist que sería cantado por la célebre Mina. Quizá su pieza más popular.



La fama internacional le llegaría con sus dos colaboraciones con Alain Resnais, «Hiroshima mon amour» y «La guerre est finie». En ellas, un poco al estilo de Messiaen en su «Cuarteto para el fin de los tiempos» —si bien no tan rabiosamente atonal—, más que con melodías trabaja con fragmentos, con piezas que aparecen ya arrancadas y que, más que finalizar, se desvanecen en otras o simplemente desaparecen, como si fuesen los lamentos de los personajes de esas historias. El propio Alain Resnais le escribió una carta a Fusco en la que le comentaba que cada vez que escuchaba esa banda sonora le gustaba más; estaba asombrado de cómo «había penetrado en el corazón de la película; sin tu contribución la película corría el riesgo de convertirse un maniquí, en algo sin vida». De hecho, es difícil imaginar las siguientes imágenes sin esa música que parece surgir de lo más profundo de ellas.



En 1968, con sólo 62 años, la carrera de Fusco fue segada de golpe por un ataque al corazón. Italia había perdido a uno de sus grandes músicos. Quizá sean más populares otros compositores italianos y sus relaciones con ciertos directores, como Nino Rota con Fellini, Ennio Morricone con Leone, Alessandro Cicognini con De Sica, o Pino Donaggio con De Palma; pero la relación de Giovanni Fusco con Antonioni, y luego con Resnais, con justicia, está a la altura de cualquiera de ellas… sino más.

2 comentarios:

CarlosJ Banana Boy dijo...

Que fascinante encontrarme con este post tan bueno sobre Fusco y Antonioni, justamente ando investigando sobre esta colaboración a propósito de todo lo que tenga que ver el director de L'eclisse.

Elperejil dijo...

Muchas gracias por comentar Carlos; me agrada encontrar a otra persona que esté interesada en autores tan poco conocidos como Fusco y cuy aportación a la música de cine es mucho más relavante e interesante que la mayoría de los actuales. Quizá su música pueda resultar áspera o dífícil, pero es de los pocos músicos de cine que jamás fueron acomodaticios y que no pararon nunca de buscar nuevos y más eficaces medios de expresión. Al igual que pasa con el propio Antonioni, su poso en el cine actual es superior a la memoria y el reconocimiento que se tiene de ellos... una pena