miércoles, 15 de diciembre de 2010

Exiliados; la música como refugio contra la tiranía

Con el ascenso del nazismo y otras formas de fascismo en Europa, muchos judíos y disidentes políticos de esas ideas huyeron de sus países buscando refugio en el extranjero. Algunos se quedaron en Francia, de donde deberían volver a escapar tras la ocupación alemana de ese país, y otros se fueron directamente a Estados Unidos, a Canadá, a países latinoamericanos… o al Reino Unido.

Entre los numerosos refugiados que acogió Inglaterra había unos setenta y tantos músicos. El omnipresente Muir Mathieson se acercó a algunos de ellos para ofrecerles trabajo en la industria fílmica británica y, dados los tiempos que les tocaba vivir, casi todos acaptaron y colaboraron con el Ministerio de Información y sus películas de propaganda. Tras la guerra algunos volvieron a sus lugares, pero otros se quedaron en Inglaterra por el resto de sus vidas.

Repasemos a varios de estos músicos que, si bien no son británicos de nacimiento, sí de adopción.

Allan Gray
Allan Gray es el pseudónimo de Józef Żmigrod, compositor que, por su ciudad de nacimiento, Tarnow, hoy sería polaco, pero cuando nació era Austrohúngaro (lo mismo que le pasó a Billy Wilder, con quien habría de colaborar).

Estudió con Schönberg en Viena y en sus inicios compuso música dodecafónica. Sin embargo necesitaba dinero, con lo que empezó a componer para el cine en Alemania y Austria, donde adoptó su pseudónimo tras un par de broncas con Schoenberg, que consideraba que ese trabajo era una pérdida de tiempo y una completa dilapidación de talento. Eligió ese sobrenombre por la admiración que sentía por la obra de Oscar Wilde «El retrato de Dorian Gray». De su etapa continental su película más destacada es «Mauvaise Graine», uno de los primeros trabajos de Billy Wilder en la dirección.

Con el ascenso del nazismo, siendo polaco y judió, huyó de Alemania y se estableció en Londres. Allí comenzó a trabajar en películas de propaganda y enseguida se integró en la productora de «Los Arqueros». Durante la guerra fue su músico de cabecera, componiendo las partituras de varias de sus películas más prestigiosas de esa época, como «El coronel Blimp» o «A vida o muerte». Sin embargo, con la llegada de la paz, su estilo no acabó de encajar con los que Los Arqueros le pedían, y acabó por ser sustituido por Brian Easdale.
Allan Gray continuó su carrera en solitario y, por fortuna, con bastante éxito. En esta nueva etapa de su carrera destaca especialmente su colaboración con John Huston en «La Reina de África».

Mátyás Seiber
Compositor húngaro de formación muy ecléctica. Compuso tanto piezas de jazz como de música serial y de vanguardia, u otras más clásicas y tonales. Dejó su país natal para dar clases en Frankfurt y, al ser judío, tuvo que huir de Alemania tras el ascenso del nazismo.

Una vez establecido en Inglaterra dedicó gran parte de su vida a la enseñanza en el Morley College de Londres. Alternó sus composiciones personales de música orquestal, coral y operística con otras para el cine, principalmente para películas de animación.
Su trabajo cinematográfico más conocido es la banda sonora para la versión animada de «Rebelión en la Granja» de 1955, aunque también compuso música para algunas películas de acción real, como «Sombras Acusadoras» de Michael Anderson.

Franz Reizenstein
Este compositor es un caso bastante excepcional pues no era judío ni pertenecía a ningún partido de izquierdas, sencillamente no soportaba el régimen y las ideas nazis. Por eso se fue a Inglaterra donde continuó su prestigiosa carrera como compositor y profesor de música, donde se hizo buen amigo de Ralph Vaughan Williams.

Sin duda Mathieson se le habría acercado y le habría pedido su colaboración para las películas de propaganda, pero hubo un problema: las autoridades británicas pensaron que Reizenstein, al no ser judío ni haber sido abiertamente perseguido, podría ser realmente un espía alemán, por lo que pasó buena parte de la guerra encerrado en un campo de prisioneros.

Aún así Reizenstein siguió componiendo desde su lugar de confinamiento y, al acabar la guerra y recobrar su libertad, prefirió quedarse en el Reino Unido para continuar con sus clases y composiciones. Un hombre poco rencoroso, sin duda.
Y, si durante la guerra no pudo componer para el cine, lo hizo tras ella. Es curioso que un compositor de su talla y fama eligiese como único contribución al cine un puñado de películas de terror (género que le encantaba) entre las que destaca la versión de Terence Fisher de «La momia».

Walter Goehr
Salió de Alemania justo antes del ascenso del nazismo gracias a una invitación de trabajo de la Gramophone Company (que con el tiempo se convertiría en EMI) y ya no volvió a su país de origen. En el Reino Unido desarrolló una larga carrera como director de orquesta, profesor de música y compositor. Su hijo, Alexander, siguió los pasos de su padre superándolo en prestigio dentro del mundo de la música orquestal, si bien nunca de dedicó al cine (aunque su música se ha usado en algunos programas de televisión).

Walter Goehr, que a veces firmaba sus trabajos para el cine como Georg Walter, ya había compuesto alguna banda sonora en Alemania y en Inglaterra continuó con esa labor. Durante la guerra colaboró con el Ministerio de Información creando el acompañamiento musical de la película de propaganda «For Freedom», pero la joya de la corona de su producción musical para el cine es la partitura para «Cadenas Rotas», de David Lean, para mi gusto la mejor adaptación que jamás se ha hecho de una obra de Dickens y una de mis películas favoritas.
En 1960, mientras dirigía «El Mesías» de Haendel, comenzó a sentirse mal. Aún así aguantó hasta el final y saludó al público como si no pasase nada. Poco después cayó al suelo, fulminado por un ataque al corazón.

Ernst Toch
La vida de este gran pianista es realmente itinerante. Nació en Austria, donde comenzó su carrera como compositor de música instrumental, para desplazarse luego a Alemania, donde alternó esa labor con la enseñanza de música. En esta época se ganó una gran reputación como músico de vanguardia. Con el ascenso del nazismo huyó primero a París y luego a Londres, donde a petición de Muir Mathieson comenzaría a componer música para las películas de Alexander Korda, en un estilo más clásico y adecuado al nuevo medio que, de ahí en adelante, contribuiría a darle de comer.

Su prestigio y la calidad de sus composiciones llamaron la atención en Estados Unidos y Toch acabó desplazándose a California, donde pasaría el resto de su vida. Alternó sus composiciones personales con otras para Hollywood. Las más conocidas quizá sean las comedias de terror de Bob Hope, «El gato y el canario» y «El castilo maldito»; «Dirección desconocida», un interesante thriller de William Cameron Menzies ambientado durante el ascenso del nazismo; o «El misterio de Fiske Manor», de Charles Vidor, con una bella Ida Lupino. Por estas dos últimas que fue nominado al Oscar.
Además de componer partituras directamente para el cine, muchas de sus composiciones orquestales pueden oírse en otras películas, como en las geniales «Los sobornados» de Fritz Lang, o «Los viajes de Sullivan» de Preston Sturges.

Mischa Spoliansky
Hijo de músicos su familia huyó de la revolución rusa siendo él muy pequeño. Se asentaron en Alemania donde él comenzó a trabajar como pianista para cabarets. Pronto comenzó a componer sus propias canciones y musicales que enseguida le dieron fama en el mundo del espectáculo.

Uno de sus temas, «Das Lila Lied», firmada con el pseudónimo Arno Billing, se convirtió en el primer himno gay de la historia (durante la república de Weimar la homosexualidad era tolerada), y en uno de sus musicales, «Es liegt in der Luft», fue donde Stemberg descubrió a Marlene Dietrich cuando estaba buscando a una protagonista para «El Ángel Azul».

Ya en ese país comenzó a componer música para algunas películas, siendo la más famosa de ellas «Das Lied einer Nacht» («La canción de la noche») de Anatole Livack, cuyas canciones le dieron una enorme popularidad.

Esa fama llegó hasta Londres, donde Alexander Korda y Muir Mathieson, siempre atentos al descubrimiento de nuevos talentos musicales, le ofrecieron trabajo. Spoliansky, judío, aceptó a tiempo de escapar de los nazis que acababan de hacerse con el control de Alemania.

El resto de su carrera transcurrió en Inglaterra, alternando la escritura de canciones y musicales, con la de bandas sonoras. Varios de sus temas se harían muy famosos, más incluso que las películas en que aparecían, como las de «Sanders of the River» (aquí titulada «Bosambo», por uno de sus secundarios) o «Las minas del Rey Salomón».
Se volvería a encontrar con Marlene Dietrich en «Pánico en la Escena», de Alfred Hitchcock, para quien compondría la canción que ella interpretaba en esa película.

Roberto Gerhard
Acabaré con un caso que nos toca más de cerca por tratarse de un músico catalán y uno de los compositores españoles, literalmente, más internacionales del siglo XX.

Roberto Gerhard nació en Valls, Tarragona, y era hijo de inmigrantes —su padre era germano-suizo y su madre alsaciana—. Su estilo musical tiene dos sólidos pilares, aparentemente contradictorios: la vanguardia y el folklore.

Desde el principio mostró un gran interés por el arte experimental y, de hecho, consiguió traer a Schoenberg y Webern a Barcelona para que interpretasen sus piezas. También fue un pionero de la música dodecafónica y atonal en nuestro país, componiendo algunas de nuestras primeras piezas en ese estilo. Eso lo compatibilizó con el estudio de la música popular y la recuperación y grabación de tonadillas y melodía que, de otro modo, se habrían perdido. Y, al igual que Bartok, fue capaz de integrar ambos mundos creando un estilo musical sofisticado y complejo pero de raíces profundamente populares y catalanas.

Durante la guerra civil, ante el ascenso del fascismo, tuvo que huir, acabando en Cambridge, donde fijó su residencia para el resto de su vida. Allí continuó con su labor como compositor, alcanzando un éxito y prestigio aún mayor al que llegó a tener en España. Durante el franquismo su música estuvo prohibida en España, y Franco tuvo cierto éxito, pues pese a ser uno de nuestros compositores más célebres a nivel internacional, Gerhard sigue siendo muy poco conocido en este país.

Su producción es amplia y muy diversa, y va desde fantasía a partir de zarzuelas a piezas de música electrónica, pasando por sinfonías, conciertos, ballets, música coral, de cámara, etc. Su aproximación al cine fue indirecta. Empezó componiendo música incidental para varias piezas teatrales de Shakespeare y, a través de ellas, estableció contactos en el mundo del cine y la incipiente BBC. Compondría la banda sonora de varias series de televisión y de dos películas: «The Secret People» de Thorold Dickinson y, la más famosa y prestigiosa, «This Sporting Life» («El ingenuo salvaje») de Lindsay Anderson, considerada como la última película del «Free Cinema» británico.
Murió en 1970, sin poder ver, como era su sueño, a una Cataluña libre del fascismo franquista.



La lista, evidentemente, podría seguir, pero quedémonos, a modo de representación, con este puñado de músicos y sus composiciones que, además de acompañar a las imágenes de muchas películas, se convirtieron en su refugio en tiempos de persecución.

2 comentarios:

Lola Mariné dijo...

Recuerdo varias peliculas en las que la melomanía nazi sirvió tambien para salvar la vida a mas de un músico.
Saludos.

Elperejil dijo...

Sí, quizá la más interesante (y reciente) sea "El Pianista" de Polanski... y también es bonita la historia de Olivier Messiaen, que compuso una de sus obras más populares, "Cuarteto para el fin de los tiempos" mientas estaba en un campo de concentración nazi... por esa razón el piano de ese cuarteto no usa nunca algunas notas, pues al piano que tenían en el campo le faltaban algunas teclas.

De este grupo de compositores exiliados a Gran Bretaña el que me resultó más interesante descubrir fue a tu compatriota catalán Gerhard.