lunes, 8 de marzo de 2010

Los sueños; epílogo: Pedro Bartolomé

Si William Shakespeare definió la historia como una corriente salvaje, Sir Steven Runciman es quien mejor la ha retratado así. Leyendo sus libros de historia uno se siente en la loma de una colina, acompañado por él para ver pasar el turbulento caudal del pasado. Runciman, entonces, nos señala y nos hace ve que esa corriente está formada por miles, millones de personas que se agitan unas en medio de otras. Y, nos lleva a ver la vida de unos y otros, reyes, soldados, hombres sencillos, grandes, buenos, brillantes, simples, canallas e incluso locos que, con sus acciones, han moldeado la forma y curso de ese vasto río de la historia.

Su prosa es tan elegante que da la impresión de que ha escrito todas sus obras vestido de etiqueta, en una habitación amplia e iluminada, y sin necesidad de tener que corregir o cambiar nunca nada.

Toda una delicia para el amante de la historia. Sobra decir que leo cada cosa de él que cae en mis manos y, recientemente, me he entregado al placer del navegar por las más de mil páginas de su «Historia de las Cruzadas». Y una de las muchas pequeñas historias que allí (tan bien) se cuentan es la de Pedro Bartolomé.

Los sueños de Pedro Bartolomé
A finales del siglo XI la primera cruzada se hallaba atascada en Antioquía, con sus tropas asediadas por un gran ejército turco y a punto de fracasar a causa del hambre, las enfermedades y las continuas deserciones. La cruzada parecía condenada al fracaso y la desmoralización era absoluta.
Entonces, un hombre humilde, un simple criado (aunque las wikipedias y otras páginas web insisten en elevarlo a la categoría de soldado, monje o sacerdote… internet es una gran fuente de información y de desinformación) se presentó ante los líderes cruzados y les relató toda una serie de sueños que había estado teniendo desde que llegaron a la ciudad.

En ellos San Andrés se le aparecía y le indicaba donde había de buscar la Lanza Sagrada que había penetrado en el costado de Cristo en la cruz, una valiosísima reliquia que se creía perdida y que él, aseguraba, se hallaba bajo la iglesia de San Pedro.

Aunque muchos señores y sacerdotes cruzados no querían hacer caso a lo que, suponían, serían los delirios de un simple, muchos otros soldados y nobles comenzaron a tener sueños semejantes a los de Pedro. Así que se decidieron a buscar la lanza. Tras varios días revolviendo entre los suelos de la deteriorada iglesia, por fin, encontraron una lanza e inmediatamente asumieron que se trataba la Lanza Sagrada.
Eso aumentó la moral de las tropas y, enarbolando la recién encontrada reliquia, se lanzaron a un contraataque que pilló a los turcos por sorpresa, barriéndolos del campo. La cruzada se había salvado y pudo continuar hacia Jerusalén.
Pedro Bartolomé siguió teniendo sueños místicos que no paraban de darle instrucciones sobre lo que los cruzados debían hacer o no hacer. Eso acabó por molestar a varios de los líderes, que le acusaron de farsante y de que esa reliquia bien podría ser una lanza cualquiera encontrada entre las ruinas de la ciudad. Pedro Bartolomé, ofendido, el mismo propuso someterse a la ordalía del fuego para probar que no había mentira en lo que decía.

Cuando intentó atravesar dos pilares ardientes y empapados de aceite, sus ropas y su carne se prendieron y se cubrió de llamas. Fue auxiliado, pero murió a las pocas semanas por culpa de sus horribles quemaduras. A partir de ese momento, en la cruzada, casi nadie siguió tomándose en serio sus visiones ni la supuesta Lanza Sagrada.

Sus sueños salvaron la cruzada, pero acabaron con su vida.

Visión sobrenatural
Las primeras lecturas que vimos que hizo la humanidad sobre el mundo de los sueños, tenían que ver con que estos eran mensajes del más allá. Y esta fue la lectura que, unánimemente, se le dio durante la cruzada.

Con la salvedad de unos pocos, quizá conocedores de las teorías aristotélicas y galénicas del origen natural de los sueños, que los atribuyeron a delirios del pobre hombre producidos por el hambre y las penalidades, el debate se centró en si esos sueños eran ciertos y, por lo tanto, mensajes divinos, o una invención de Pedro Bartolomé para obtener notoriedad.

El hecho de que fuese el propio Pedro Bartolomé quien sugiriese ser sometido a la ordalía del fuego, algo realmente suicida, hace pensar que era sincero en sus creencias y que realmente había tenido esos sueños. No eran una mentira aunque, a la vista del resultado de dicho juicio de Dios, tampoco debían de tener un origen sobrenatural.

Visión psicoanalítica
Freud, de haber tenido a Pedro Bartolomé en su diván, seguramente habría profundizado en el significado de ese San Andrés y esa lanza, y quizá habría acabado relacionando al santo con una figura paterna y la lanza con un deseo inconsciente de destruirlo, un complejo de Edipo o algo así.

Pero para Jung, tanto San Andrés como la lanza, serían arquetipos, presentes en todas las culturas y todas las mentes. El santo sería el anciano sabio, el «animus», símbolo del inconsciente colectivo, que plantea una serie de pruebas al héroe (el propio soñador) para encontrar esa lanza (el arma) con la que lo investirá del poder para enfrentarse a sus problemas. Para Jung, ese inconsciente colectivo, común a todos los cruzados, se manifestaría a través de estos sueños de Pedro para hacerles recobrar la esperanza y el coraje necesarios para enfrentarse a sus adversarios. El hecho de que otros cruzados tuviesen sueños parecidos no haría más que reforzar la creencia jungiana en ese común inconsciente colectivo.

Para Adler y otros psicoanalistas también podrían manifestar ese deseo de ser salvado y de triunfar allí donde no parecía haber demasiadas posibilidades.

Visión cognitiva
La psicología cognitiva tomaría esos sueños como un proceso cognitivo, como un pensamiento. La mente de Pedro tenía claro que de aquella apurada situación sólo les salvaría un milagro, y la aparición de esa lanza fue una buena idea para devolver la confianza a las tropas cruzadas.

Otros tendrían sueños análogos al «compartir» la idea de Pedro de que había que buscar la dichosa lanza (malo sería que no apareciese una lanza vieja en una ciudad en ruinas ocupada durante tanto tiempo por diferentes ejércitos —bizantinos, turcos, cristianos—)

Inicialmente esos consejos fueron muy buenos, pues ganaron la batalla y alcanzó un importante status dentro de la cruzada, pero luego se volvieron contra Pedro al darle la idea de someterse a una ordalía para acallar las críticas contra él.

Teorías de los ensayos
Las teorías biológicas que parten de que los sueños son ensayos que nuestras conductas innatas e instintivas hacen a partir de los datos que integramos durante la vigilia, interpretarían que esos sueños eran debidos a la presión del instinto de supervivencia o del de status social. Pedro Bartolomé querría sobrevivir, o destacar desde su humilde condición, y sus sueños ensayaron una solución a partir de sus vivencias actuales (la cruzada) y sus conocimientos previos (sus creencias religiosas, los santos y reliquias), con el resultado que ya conocemos.

Visión neurológica
Desde el punto de vista neurológico los sueños de Pedro Bartolomé habrían sido el producto de su actividad cerebral mientras dormía. Bien fuese porque estaba archivando sus experiencias en las cruzadas y alguna leyenda de santos y reliquias que habría oído, o bien fuese la activación aleatoria de sus recuerdos, conocimientos y experiencias. Al unir todas esas imágenes y conceptos religiosos (el asedio, San Andrés, la lanza) que su cerebro había generado en una historia coherente para él, llegó a la conclusión de que el santo se le aparecía para indicarle dónde estaba realmente la lanza.

Otras personas, al tener conocimiento de esos sueños y pasarlos a su propia memoria y experiencias diarias, en medio de ese ambiente de cargada religiosidad, habrían acabado soñando con cosas semejantes. Las acciones que se siguieron a esos sueños, basadas en la interpretación que, de aquellas, se les dio, ya las conocemos.

Concluyendo
Nuestro cerebro no es un órgano pasivo que capta la realidad, sino un complejo sistema de sistemas que la procesan e intentan darle orden. Son miles los estímulos que llegan hasta nosotros, desde el exterior (formas, sonidos, sensaciones, experiencias…) y el interior (recuerdos, sentimientos, instintos…), por lo que para poder manejarse ante ese inmenso torrente de información, nuestro cerebro se dedica a ordenarlo y categorizarlo en imágenes, objetos, palabras, conceptos, ideas, y a construir con todos esos elementos una sucesión temporal lógica, una especie de historia o narración clara y coherente.

Eso fue lo que hizo Pedro Bartolomé con sus sueños, producto tanto de sus deseos, temores, recuerdos y educación religiosa, como de la angustiosa situación que vivía en ese momento. Se generaron todas esas imágenes y contenidos, desordenados, caóticos, extraños… y él les dio sentido, construyó una historia que se acabó creyendo a pies juntillas.

Quizá esa sea la realidad última de los sueños: una materia prima caótica y aleatoria que nuestro consciencia intenta organizar de forma narrativa para dotarle de algún sentido, igual que hace con cualquier otro grupo de estímulos que le llega. Y aunque los sueños no sean más que eso, sombras que, desde nuestro interior, se mueven al azar, lo que provocan en nosotros, sentimientos, ideas e inspiraciones, sí es real y poderoso, pudiendo afectar a nuestra vida y la de los demás… como bien prueba la historia de los sueños de Pedro Bartolomé.

2 comentarios:

A través del espejo dijo...

Bueno, Perejil (ejem, esto de llamarte así me sigue haciendo gracia), pues hasta aquí hemos llegado.

Hasta donde yo alcanzo, nuestras preguntas sobre el por qué de las cosas pueden ser respondidas desde la ciencia, desde el mito y desde la filosofía. La religión supongo que se reparte entre los dos últimos.

A mi entender, la ciencia tiene cada vez más datos, y más medios para obtener datos, para explicar los por qués. Del mismo modo que eso achica el espacio para el mito, también debe achicarlo para la filosofía.

Sin embargo, ocurre a veces que la ciencia "todavía no" ha respondido los por qués, y eso alimenta la especulación, tomada al pie de la letra como "apariencia".

Así, ya que hay tantas explicaciones posibles, y ya que ninguna en particular parece poder integrar a las demás en su sentido, a la porra se va el principio de que la explicación más simple es probablemente la cierta.

Yo, como me corresponde, observo que los sueños han sido diferentes fenómenos en diferentes épocas, del mismo modo que el ser humano ha sido concebido de diferente manera según las diferentes eras de la Historia.

Nuestro lugar en el Mundo no ha sido el mismo desde que tuvimos por vez primera conciencia de nosotros mismos.
Igual que ha sucedido con el género humano, así sucede en la vida de una persona: Su lugar en el mundo no es el mismo de niño, de adolescente, de adulto, de anciano.

Los sueños son para mí, cómo no, un lenguaje más. Es normal pensar en lenguajes solamente como sistemas de signos y sonidos, pero la comunicación no verbal da muchísimo más de sí de lo que hayamos sido capaces de explicar hasta ahora.

Los sueños tienen ese status, para mí. Las personas somos seres-en-el-mundo, de manera que por nuestra conciencia somos él, y a la vez eso nos permite transformarlo: La realidad es una convención, y desde el momento en que no nos satisface, podemos intervenirla.

Los sueños, entre otras muchas cosas, son la realización libre de esa transformación.
Por creer esto supongo que aprecio tanto el cine de Terry Gilliam, igual que tú.

Espero ilusionado que termine su Don Quijote. Según parece, será finalmente Robert Duval, ya que Johnny Depp no podrá por problemas de agenda.

En fin, he disfrutado con estas entradas sobre los sueños. Estoy madurando una entrada en mi blog dándo vueltas a temas comunes al blog de Majo, al de Daniel Domínguez y al tuyo, en vuestras últimas entradas.

Gracias por tu parte de inspiración.

Elperejil dijo...

He estado de viaje, y por eso no he respondido antes.

hay dos tipos de preguntas sin respuesta en relación a la ciencia: las que aún no puede responder (no ha llegado hasta allí todavía) y las que no debe responder porque no son su competencia (cosas relativas al sentido, la moral, la fe). Supongo que lo de los sueños cae en la primera de ellas, y aún no hay una respuesta definitiva pese a que sí se van acumulando más y más datos... aunque personalmente me inclino con la que va en el anterior post, ese azar al que le buscamos sentido. Dentro de esto se podría ver como algo de lo que dices: nuestro cerebro hablando con nosotros mismos en su particular lenguaje (algo de ello había en alguna de las teorías que se han expuesto) e intentando amoldar el mundo a sí mismo.

¡Y ojalá haga Guilliam su Don Quijote de una vez! Lo poco que se pudo ver en el documental tenía una pinta tremenda.

Seguiré con atención tu blog para ver esa entrada. Saludos y gracias.