sábado, 6 de marzo de 2010

Los sueños III (c) – El significado de los sueños: teorías psicológicas

Las patochadas
Antes de entrar en el campo de la ciencia y del pensamiento serio, conviene que cite y ponga en su lugar todos esos diccionarios de sueños que aparecen por Internet o en los estantes de esoterismo de las librerías, e incluso, a veces, en la sección de psicología. Su contenido oscila entre la simbología para revelar nuestros supuestos conflictos y personalidad, y el puro significado adivinatorio de esas imágenes oníricas. En el mejor de los casos se basan en antiguas creencias populares a las que se suelen sumar las elucubraciones sin base ni criterio de los autores, cuando no se basan en la pura y simple copia de otros diccionarios precedentes.
Estos diccionarios carecen de la más mínima base científica, racional, filosófica, lógica e, incluso, antropológica. Son puras memeces, disparates sin sentido ni más función que sacar el dinero o atraer la atención de los pobres ingenuos que llegan hasta sus páginas. Son el resultado de mezclar dos de las cosas más estúpidas que ha producido nuestra cultura: la filosofía «new age», con toda su superficial espiritualidad, y los manuales de autoayuda.

El psicodrama de los sueños
J.L. Moreno fue el creador del psicodrama (Jakob Levi, no José Luis… aunque le hubiese pegado), un sistema de terapia de grupo y de exploración de la personalidad y las relaciones interpersonales. Consiste en improvisaciones casi teatrales y juegos de rol en los que los que los pacientes interpretaban diferentes personajes de su vida (o de la de otros del grupo) y a sí mismos en situaciones de lo más diverso, para posteriormente hablar del desarrollo de esa función y ver que se puede extraer de ella.
Igual que los ingleses son reservados y no les gusta airear sus sentimientos, a los americanos les encanta hablar de sí mismos y montar numeritos emocionales a la mínima (comparen, si no, a Noël Coward con Tennesse Williams), con lo que es fácil entender el enorme éxito del psicodrama en Estados Unidos, especialmente en California, donde la cercanía de Hollywood seguramente tuvo algo que ver. El psicodrama tuvo tanto éxito que sus métodos acabaron aplicándose a un montón de disciplinas, como el propio teatro e incluso la formación. De hecho, en un curso de guión que hice hace años, impartido por profesores americanos muy influidos por todo esto, nos hacían comenzar cada día descalzándonos en la hierba (con la facilidad que tengo para coger catarros…), darnos las manos unos a otros y cerrar los ojos durante unos minutos; no me quiero imaginar el cachondeo de los camareros del hotel en el que se impartía el curso. Además, para el psicólogo lo de la terapia de grupo es un chollo, pues cobra de un montón de gente a la vez por poco más tiempo que las psicoterapias individuales.

El psicodrama también fue aplicado a la exploración de los sueños. Primero se ponía a los asistentes en una posición semejante a la del dormir, para que así evocasen e intentasen recordar sus sueños recientes. Entre todos escogían uno y después se representaba. En una primera fase el soñador hacía todos los roles, y después los demás participantes asumían los diferentes personajes que aparecían en el sueño.
Tras esa representación e improvisación el grupo, dirigido por el terapeuta, se volvía a reunir para hablar sobre esa experiencia. Se buscaba relacionar ese sueño y lo que, durante el proceso, todos habían aprendido de él. Tanto respecto al pasado de cada uno como para enfocar esas lecciones de cara al futuro. La persona, a través de este proceso, debería sentirse la creadora de su pasado y de su futuro, buscando recuperar el control sobre su vida, pues esa sensación de pérdida de control sobre la propia vida suele ser común en casi todos los trastornos mentales y de conducta, y es una terrible fuente de angustia y desesperación.

En este proceso de psicodramatización de los sueños lo normal es que aflorasen los contenidos latentes del sueño, pero para Moreno eso no tenía demasiada relevancia. Lo importante no era buscar el significado del sueño, sino usarlo para la curación y mejoría de sus pacientes.

La Gestalt
Frederick Perls, originalmente psicoanalista, completó su formación con las teorías de la Gestalt, de las que ya hablé en la entrada dedicada al gancho y/o «cliffhanger». Esta escuela se definía con la famosa frase «el todo es más que la suma de las partes» e intentaba estudiar al ser humano como un todo, una suma de cuerpo, mente y experiencias, en continua e inseparable interacción.
Para Perls, cuando el individuo interactúa con su entorno, tanto con el mundo físico como con otras personas, surgen necesidades. Al intentar satisfacerlas, tenga éxito o fracase, tendrá nuevas experiencias que, a su vez, generarán nuevas necesidades. Por ejemplo: un hombre tiene hambre (necesidad, básica en este caso) e intenta cazar un animal; no lo consigue pues el animal es muy grande (experiencia) y decide ir a pedir ayuda a otros (nueva necesidad, ahora social). Este proceso es continuo e interactivo, y los sueños forman parte de él, siendo otras experiencias que nuestra mente genera durante el sueño y que hacen referencia a esas necesidades por satisfacer.

Cuando este proceso se rompe o se bloquea es cuando aparecen los problemas. Siguiendo con el ejemplo anterior, nuestro cazador, por orgullo, prescindiría de pedir ayuda y seguiría insistiendo en intentar atrapar a ese animal pese a no ser capaz, acabando por deprimirse y desesperarse ante su continuo fracaso.

El sueño, en ese caso, sería un camino por el que el terapeuta podría hacer emerger ese proceso vital inconcluso para crear una nueva experiencia y comenzar con la solución. Los sueños, pues, serían mensajes existenciales que nos mandamos a nosotros mismos, una suerte de diálogo interno sobre nuestros problemas.

Siguiendo la línea de interpretación subjetiva de Jung, pero llevándola aún más lejos, Perls consideraba que todo lo que sale en el sueño, tanto personas como objetos, representa diferentes fragmentos de nuestra personalidad (necesidades, experiencias, deseos, miedos, debilidades…) que han de ser unidos para formar ese todo que es el mensaje. Quizá, el cazador, en una pesadilla, viese como ese animal, inmenso, era quien daba caza a su familia. El inmenso animal, aquí, podría ser su orgullo, que le impide buscar ayuda, poniendo en peligro su existencia, aquí simbolizada por su familia. El sueño manifestaría, así, su alerta ante ese orgullo que le impide buscar ayuda.

El objetivo del terapeuta, de todos modos, no sería tanto desentrañar el significado profundo de ese sueño como usarlo para generar una nueva experiencia que acerque al paciente hacia su solución. Nuestro cazador, ante el pánico que le genera la pesadilla, debería aprender a dejar atrás ese orgullo y pedir ayuda a otros.

Uso de los sueños por la psicología humanista y existencial
Tanto Perls como Moreno, pese a reconocer que el sueño podría tener un sentido subyacente y una interpretación, dejan ésta en segundo término para centrarse en el potencial uso terapéutico de la experiencia de soñar.

Otros autores, como Frankl o Gendlin, tampoco negaron que los símbolos del sueño pudiesen esconder significados ocultos y profundos, tal y como postulaban Freud o Jung, pero igual que los anteriores se centraron en la utilidad de la experiencia de soñar para que la persona pueda superar sus problemas o lograr una personalidad más integrada y sana, sin que para ello sea necesario entrar en complejas y esquivas interpretaciones que, de errar el tiro, podrían llegar a ser contraproducentes.

Son muchas las escuelas de corte humanista y existencial que, con diferentes métodos y técnicas, siguen este enfoque pragmático, enfocado en tratar a la persona como un todo y no a los sueños en sí mismos. El sueño es una experiencia vital más, cuyo significado latente no es relevante, sino tan sólo importa lo que la persona pueda sacar en limpio de la conversación que se entabla a partir de él.

Sin embargo, por útiles que pudiesen resultar estos enfoques —aún muy deudores del psicoanálisis— para la terapia, poco nos podrían decir sobre el significado de los sueños. Veamos lo que otras que corrientes dentro de la psicología, completamente ajenas al psicoanálisis, plantearon sobre el significado de los sueños.

Teorías cognitivas
Todas las anteriores teorías, aunque partían de la ciencia, o más bien de científicos, y rompían con las interpretaciones sobrenaturales, eran especulativas y difícilmente podrían someter a verificación experimental. Por eso, durante los siguientes años, buscando teorías y hechos que pudiesen someterse al criterio de validación experimental, dentro de la psicología surgieron toda una serie de escuelas que se centraron en el estudio de los aspectos más objetivos, cuantificables y mesurables de la conducta y la comunicación interpersonal, empleando el método científico para ello.

Estas escuelas, como el conductismo, la psicología de la percepción, la evolutiva, la social o la teoría de la comunicación, entre muchas otras, crearon numerosos modelos que ayudaron a explicar, predecir y modificar nuestra conducta, generando así toda una serie de aplicaciones prácticas, ahora sí, con una sólida base científica. Sin embargo, al no hacer uso de la introspección, el estudio de los sueños volvió a quedar por completo arrinconado.

Una vez centrada la psicología en el método científico, una nueva generación de psicólogos, partiendo de ese rigor metodológico, comenzó a estudiar los procesos internos del pensamiento, la emoción, el recuerdo, etc. Y, así, de la mano de la psicología cognitiva, los sueños volvieron a atraer el interés de la ciencia.

Calvin S. Hall, a mediados de los 50, comenzó a estudiar los sueños considerándolos como un proceso cognitivo más, una secuencia de pensamientos que ocurre mientras dormimos. En ellos nuestro cerebro pone imágenes a conceptos, sensaciones, sentimientos e ideas. Esto, a veces, se verá de forma muy directa, por ejemplo, soñar con la muerte de un familiar apreciado puede representar, sencillamente, nuestro miedo a la pérdida de esa persona. Otras veces puede estar implicada algún tipo de metáfora cultural y relativamente fácil de desentrañar: que nuestra novia nos regale un perro en sueños podría referirse a nuestro deseo de que nos sea fiel (o a que nos gustaría tener un perrito en casa). Los sueños, pues, serían pensamientos, miedos, deseos, recuerdos evocados, cuyo significado no implica ninguna represión ni satisfacción de prohibidos deseos inconscientes.

Posteriormente, Ann Faraday, añadió la consideración de que algunos sueños ensayan situaciones que sabemos que pronto nos ocurrirán, bien porque el cerebro se prepara para ellas o porque las anticipa con ganas (o temor). Por ejemplo, podemos soñar que vamos al cine a ver una película que estamos esperando con ganas, o que nos presentamos a un examen que nos preocupa, siendo ambos sueños una expresión directa de nuestros planes, deseos y temores. También, a base de analizar numerosos sueños, llegó a la conclusión de que su contenido solía hacer referencia a acontecimientos inminentes o que habían ocurrido en los dos días anteriores. El sueño, pues, trataría fundamentalmente del presente, no de la infancia reprimida.

Eric Schwitzgebel estudio como los sueños habían ido cambiando con el paso del tiempo, desde la antigüedad hasta hoy y, especialmente, a lo largo del siglo XX. Y descubrió que no sólo son permeables a nuestras experiencias diarias, como había dicho Ann Faraday, sino que también están muy condicionados por la cultura que nos rodea. Igual que en el pasado había muchos contenidos religiosos o basados en el folklore, hoy están muy influidos por el cine y la televisión. En los años 50 la gente creía que soñaba en blanco y negro porque así eran los televisores, sin embargo hoy está bien claro que todos soñamos en color… y me figuro que, pronto, algunos sueños tendrán problemas de pixelado.
Otros estudios estadísticos demostraron que, efectivamente, la mayoría de los objetos y personas que aparecen en los sueños con comunes y recientes, personas con las que nos relacionamos o que están en nuestros pensamientos esos días. Lo que pasa es que su ordenación, su presentación en el torrente de conciencia, es caótica y desordenada, con lo se produce esa extravagante realidad que es el mundo de los sueños. Es raro que soñemos con paisajes lunares con cielos morados, pero sí es más fácil que nos encontremos en nuestra habitación actual y, al cruzar su puerta, estemos en el hall de un hotel; ninguno de esos dos espacios es extraño de por sí, pero sí lo es su yuxtaposición inmediata.

En general, todas estas escuelas consideran los sueños como un proceso cognitivo más, otra forma de pensar y lidiar con nuestros sentimientos, recuerdos, deseos y necesidades mientras dormimos. Aquí no se parte de la represión y el trauma, y el simbolismos es más cultural y directo, relacionado con el día a día de las personas que sueñan. Curiosamente el cine, tras superar un poco la moda del psicoanálisis y, seguramente, sin conocer estas teorías, comenzó a usar los sueños en las películas precisamente para esto, para expresar emociones y pensamientos de los personajes, no porque estén reprimidos, sino porque es una forma efectiva de representarlos.

Uno de mis ejemplos favoritos son los sueños de «Brazil», de Terry Guilliam, en los que, más que ver, sentimos claramente los deseos de libertad y de ser alguien del protagonista. Por no hablar de ese espectacular sueño final, ya comentado en la primera entrada de este blog, que nos proporciona un desgarrador falso final feliz. Y ahí no encontraremos represiones ni deseos ocultos, si no la expresión clara y directa de los anhelos del protagonista en su lucha por acabar con la opresiva realidad que le rodea. Un pensamiento, y pura emoción, en imágenes. Aquí podéis ver uno de esos sueños y esa espectacular ensoñación final.





Otro muy simpático, y que en el tiempo se adelanta a las teorías cognitivas, es el sueño de Spencer Tracy en «El padre de la novia» (al entrar con su hija en la iglesia el suelo se vuelve tan inestable que no es capaz de llevarla hasta el altar), que nos muestra de una forma muy divertida las pocas ganas que tiene ese hombre de que su hija se case.

La lista de películas que usan sueños para mostrar, y narrar, de esta forma más o menos directa, los pensamientos de los personajes (planes, temores, deseos, aspiraciones, percepciones de otros personajes, etc.) sería enorme. Los sueños, en el cine y la televisión, se han convertido ya en un elemento narrativo más, que puede ir desde las más complejas elaboraciones surrealistas (como las de Brazil) a simples exposiciones semejantes a la realidad (como el caso de «Un incidente en el puente del río Owl»).

Por citar una más, hablaré de «La ciencia del sueño», de Michel Gondry, en la los sueños del protagonista tiene una parte fundamental en la trama. Y aquí vemos que Gondry utiliza los sueños en su vertiente cognitiva: son los pensamientos y los sentimientos del protagonista, un sensible joven en permanente conflicto con la realidad y que se refugia continuamente en esos sueños… que poco a poco comienzan a invadir su banal y aburrida vida real. La metáfora del «soñador» es evidente y no esconde ninguna pulsión reprimida (quizá sí use de algunos arquetipos, aunque más desde una perspectiva cultural que psicoanalítica) sino la clara y directa historia de una hombre que no se siente a gusto con el mundo que le rodea y se refugia en su rica y evocadora vida interior.
Estas entradas sobre el mundo de los sueños son como la hidra de Lerna, y cuando pienso que voy a acabar surge algo nuevo. Como éste ya va largo, dejaré las teorías neurológicas para mañana y pasado finalizaré con el prometido análisis de los sueños de Pedro Bartolomé.

5 comentarios:

Daniel Domínguez dijo...

Sí que debe ser una hidra eso de los sueños. Y la memoria que cava y cava. Porque yo leí hace como treinta y dos años un libro del Moreno. Y estos días, quizá al hilo de tus textos, recordé "La mujer de la playa" de Renoir que, lo he comprobado en una anotación de hace unos años, viene a ser como si Fritz Lang estuviera viendo por encima del hombro de Renoir. O viceversa. En fin... Quizá sea que el cine y los sueños nacieron para hablar uno con el lenguaje de los otros. O viceversa.

Elperejil dijo...

Pues sí, como decía uno de los psicólogos que cito, los sueños son tan permeables al lenguaje del cine (y de la tele) como éste al de los sueños.

Recuerdo que, de pequeño, estaba entusiasmado con una serie sudafricana que adaptaba el clásico de Rider Haggard "Ella".Ahora veo que era un pelillo racista y proapartheid, sí... no sé como llegó eso a nuestra TVE de entonces, pero hay que reconocerle que tenía mucha magia y, quizá por no enterder todo lo que pasaba, me resultaba hechizante. Pues soñé con ella, a lo largo de varias noches, en episodios que se continuaban unos a otros, como si los sueños se comportasen como una serie de TV más... supongo que los sueños de los niños aún son más indistinguibles de las peliculas e historias que ven.

Por cierto, no conocía "La mujer de la playa"... y tanto por la temática (esos sueños) como por lo mucho que me gustan otras de Renoir, pues pronto caerá...
Gracias, una vez más, por el consejo.

Anónimo dijo...

Supongo que una de las mayores falacias es la de pensar que el subconsciente, expresado a través de los sueños, es necesariametne creativo. Es cierto que esas mezclas que comentas dan pie a imágenes originales, pero creo que se exagera cuando se piensa que cualquier persona soñará cuadros de Dalí. Por eso, para mí, una de las cosas más difíciles de encontrar en las películas es algo que refleje el estilo de los sueños o de las fantasías. Para mí, estarían mucho más cercanas a la realidad que, por ejemplo, las de 'La ciencia del sueño'.

Elperejil dijo...

Claro que es una falacia... tanto que se expresa el subconsciente (su existencia no está probada, y que funcione así, tampoco), igual que el carácter creativo que siempre pueda tener.

Y también es cierto lo de que la imaginería de los sueños se suele desmadrar mucho en las películas y se hace hiperonírica, por llamarlo de alguna forma.

De hecho, "El jardín de las delicias", que es uno de mis cuadros favoritos, siempre ha sido comentado como muy onírico y un precursor del surrealismo... y sin embargo no es nada onírico; es pura fantasía, y genial, pero no creo que nadie de nosotros haya soñado jamás algo así o que se le parezca. Ni siquiera El Bosco habrá soñado con eso. Es puro simbolismo e imaginación plástica.

Y claro que nuestro sueños no siempre son creativos e inspiradores. El otro día soñé con un amigo que me daba su número de móvil y yo no era capaz de anotarlo en el mío... no da para mucho, ¿no? Jeje

Eduardo dijo...

Miren, aquí les dejo un lugar donde interpretan los sueños, puede que encuentran algo interesante, ya que hablan de los sueños interconectados con el subconciente. En esta página dice que nuestro subconciente se expresa por medio de los sueños, y que mediante estos sueños podiamos conocernos mejor. Eso lo decía por que se mostraban diferentes símbolos que hacían referencia a distintos significados, y que éstos tenían una interpretación no fija, sino movil al intercalarse unos símbolos con otros.