domingo, 7 de marzo de 2010

Los sueños III (y d) – El significado de los sueños: teorías biológicas

Aunque se puede decir que el estudio científico de la función de las diferentes áreas del cerebro comenzó con la Primera Guerra Mundial, analizando las consecuencias de las heridas de bala o metralla en la cabeza, fue con la aparición de las técnicas de investigación cerebral no destructivas (electroencefalogramas, TAC, PET, SQUID…) cuando la neurología pudo adentrarse en el mundo de los sueños. Y en lugar de preguntarse directamente por el significado de los sueños, comenzó a estudiar algo aparentemente más básico pero que, quizá, encierre la respuesta a la anterior pregunta: ¿Por qué soñamos?

La neurología considera el soñar como un proceso biológico inseparable del dormir, y fue precisamente al estudiar sus mecanismos y fenómenos cuando comenzaron a aparecer nuevos e interesantes datos sobre el mundo de los sueños.

El primer gran hallazgo fue el descubrimiento de la ya comentada fase REM, en la que, inicialmente, se pensaba que tendrían lugar todos los sueños. Soñar, pues, sería una fase dentro del dormir, en que nuestro cuerpo descansa pero nuestra mente está muy activa. Esto inspiró muchas hipótesis y teorías en las que los sueños se relacionaban con ese elevado nivel de activación cerebral, semejante al de la vigilia.
Teorías de los instintos
Durante esa intensa actividad de la fase REM da la impresión de que el cerebro «juega» a estar despierto mientras el resto del cuerpo reposa. Eso llevó a especular que los sueños podrían ser ensayos de conducta ante todo tipo de situaciones y ambientes que se irían sucediendo unos tras otros de forma caótica. Una especie de sesiones de entrenamiento mentales, donde nuestras conductas innatas o instintos se adecuarían a los contenidos que vamos adquiriendo con la experiencia.

Dentro de esta línea, Antti Revonsuo planteó que los sueños tendrían que ver fundamentalmente con los instintos de autodefensa. Keith Stevens expandió esa teoría al considerar que hay otros instintos que también provocan nuestros sueños, como el de reproducción, exploración, protección de la familia, la búsqueda de status en el grupo, etc. Así, lejos de los peligros reales de la vigilia, los sueños serían una especie de campo de pruebas donde nuestra conducta instintiva va haciendo sus ensayos para adecuarse a las potenciales situaciones que puede encontrarse.

Anticuerpos psicológicos
También en esta línea, un estudio de la Universidad de Boston, usando un símil médico, ha propuesto la teoría de los sueños ayudan a crear una especie de «anticuerpos psicológicos». Usando eventos, personas y objetos de nuestra propia vida, serían reordenados para generar nuevas situaciones que experimentar. Esas vivencias oníricas nos ayudarían, posteriormente, a sobrellevar situaciones análogas que pudiesen darse en nuestra vida diaria.

Teorías etológicas
Posteriormente se vio que los sueños también se producen fuera de la fase REM, aunque no suelen ser tan vívidos e intensos.

La etología estudia la conducta animal y del hombre como una especie más. De hecho, se ha visto que son muchas las especies animales que sueñan y que pasan por unas fases del dormir semejante a las nuestras. Soñar no sería algo exclusivo del ser humano.

Dentro de esta línea han surgido algunas teorías que especulan que el sueño sería una herencia evolutiva pues, por la noche, es conveniente estar quieto y a resguardo de los predadores, reduciendo el gasto de energía al mínimo. Por eso nuestro cuerpo nos fuerza a dormir. En los sueños el cerebro crearía una especie de constante estimulación interna para mantener un mínimo de actividad (extremo en la fase REM) y estar listo para despertar con rapidez en caso de alerta.

Los sueños como parte del proceso reparador del dormir
Volviendo al hecho de que los sueños sean omnipresentes durante toda la duración del sueño, lo más adecuado sería verlos, no sólo como una fase más, sino como algo íntimamente ligado al proceso general de dormir. Y esto nos llevaría a otra pregunta, en apariencia muy sencilla. ¿Por qué dormimos?
La respuesta intuitiva es «para descansar», pero bien podríamos hacerlo relajados en una butaca, y eso no nos sirve. Hay que desenchufar la consciencia, aunque nuestra mente siga trabajando y creando imágenes e historias. ¿Por qué?

Las teorías anteriores, de hecho, ya especulan con respuestas según las cuales el dormir y el soñar cumplen importantes funciones adaptativas de nuestra conducta (ajustar instintos, vacunarse emocionalmente, permanecer quieto pero listo para activarse), pero otros científicos prefirieron ir más poco a poco e ir acumulando evidencias biológicas sobre lo qué se recupera exactamente mientras dormimos y soñamos.

Se ha visto que el sueño contribuye a la síntesis proteica y de otras sustancias fundamentales para nuestro funcionamiento diario. Algunos suponen que el cuerpo se «repararía» en las fases no REM y el cerebro en las fases REM, siendo esa actividad parte del proceso de ajuste.

Otros hallazgos indican que el sistema inmunitario también se ve reforzado durante el sueño, igual que los circuitos cerebrales relacionados con la motivación y el equilibrio emocional.

Nuestra temperatura corporal baja mientras dormimos, reduciendo el consumo energético y equilibrando la termorregulación del cuerpo: para mantener el calor durante el día, por la noche ahorramos energía reduciéndolo durante el sueño.

Desde el punto de vista del crecimiento, el sueño, y en concreto las fases REM y los sueños más vívidos, ayudan a la maduración del cerebro, por eso las fases REM con más abundantes en los niños y menos en los adultos.

Otros estudios han encontrado evidencias que parecen apuntar a que los sueños juegan cierto papel en la consolidación de la memoria, tanto en el almacenamiento a largo plazo de los datos y experiencias, en la reordenación de la información y en la eliminación de datos innecesarios o redundantes. Los sueños serían una especie de imágenes que nuestro cerebro generaría a consecuencia de ese intenso trabajo de organizar sus contenidos.

Relacionado con lo anterior el neurólogo Eugen Tarnow ha propuesto que los sueños se producen cuando, durante el sueño, se activan contenidos de la memoria a largo plazo en el cortex cerebral. Cuando estamos despiertos esos contenidos se manejan en contraste con la realidad que experimentamos, pero mientras dormimos, al evocarse de forma «pura» emergen de esa forma tan extraña. De hecho, Penfield y Rasmussen descubrieron que al excitar ciertas zonas del cortex relacionadas con la memoria a largo plazo, los sujetos experimentaban sensaciones e imágenes que describían como «soñar despiertos». Más adelante volveré sobre este tema, con las aportaciones de Jie Zhang.

Sobre este último punto parece girar la película «Olvídate de mí» (discutible traducción de su título original, «The Eternal Sunshine of the Spotless Mind», que vendría a ser algo así como «El eterno brillo de una mente inmaculada», tomado de un bellísimo verso de Alexander Pope) de Michel Gondry, un realizador evidentemente interesado en el mundo de los sueños. En ella un hombre acude a una empresa especializada en borrar malos recuerdos para deshacerse del dolor que le ha dejado una ruptura sentimental. Sin embargo, en pleno borrado, se da cuenta de que no quiere olvidar a la mujer de su vida y, en sueños, que es donde acontece ese proceso de eliminación de recuerdos, lucha por recordar y no perder la memoria de su amada. Buena parte de la película transcurre en el mundo de los sueños, de donde va desapareciendo, poco a poco, todo vestigio de ese antiguo amor.

Los sueños como consecuencia de otros procesos: Hobson y McCarley
En la mayoría de las anteriores teorías los sueños cumplían algún tipo de función, sin embargo otros teóricos han comenzado a plantearse que es posible que los sueños no tengan ninguna función directa, si no que son la consecuencia de otros procesos o actividades.

Para algunos neurólogos serían consecuencia del disparo aleatorio de neuronas que, al estar aisladas de estimulación externa durante el sueño, se disparan de forma aleatoria. Hay múltiples sistemas neuronales que, más que funcionar en base a estar «apagados» o «encendidos», basan su respuesta en un patrón de respuesta temporal. Esas neuronas tienen una tasa de disparo base que sería como decir que «no pasa nada» y que aumenta o disminuye en función de la estimulación que reciben. Y es posible que, al estar por completo aisladas de estimulación externa durante el sueño, esas tasas de disparo acaben oscilando, creando esas historias e imágenes tan pintorescas que son los sueños.

Dentro de estas teorías neurológicas la más importante es la de Hobson y McCarley, llamada «Teoría de la Activación-Síntesis». La resumiré a muy grandes rasgos.

Vieron que cuando se activaban los sistemas colinérgicos (circuitos neurales que funcionan con un neurotransmisor llamado acetilcolina) que ascendían desde el puente tronco-encefálico (en la base del cerebro, sobre la médula espinal) y núcleos genículo-occipitales, estos estimulaban el cerebro medio y el lóbulo frontal, provocando el fenómeno del movimiento rápido de ojos, característico de la fase REM, y las demás características de alta activación cerebral y parálisis corporal. Esa sería la activación de la que habla la teoría, y cuya función principal es mantener al cuerpo inmóvil durante el sueño. Pero, a consecuencia de ese proceso también se dispararían, de forma inevitable, otras neuronas relacionadas con la memoria, las emociones… generando información sensorial. Si, al despertar, recordamos todo eso, intentaremos dotarle de cierta lógica y estructurarlo en forma de historia, que es lo que sería un sueño. Una síntesis narrativa a partir de elementos aleatorios.

Los sueños, pues, serían una consecuencia inevitable y aleatoria del dormir, sin más función ni significado oculto que el que queramos darle una vez despiertos.



Otras teorías neurológicas: Solms y Zhang
Solms, neurólogo con un gran interés por el psicoanálisis, observó que los pacientes con lesiones en el lóbulo temporal informaban que habían dejado de tener sueños. Eso no parecía contradecir a Hobson y McCarley, pues era una de las estructuras cerebrales implicadas en su modelo. Sin embargo, posteriormente, descubrió que las lesiones en el puente tronco-encefálico no provocaban esa falta de sueños… lo que indicaba que el modelo de Hobson y McCarley debería revisarse para encontrar otras fuentes de activación y que el asunto podría ser más complejo.

Sin embargo Solms enseguida lanzó la hipótesis de que eso probaba que la activación podría nacer directamente en el lóbulo central, donde él suponía que debía residir el inconsciente freudiano. Si bien sus descubrimientos y datos son importantes y a tener en cuenta, este último razonamiento ha sido considerado como un tanto gratuito y pillado por los pelos.

Jie Zhang, partiendo de esos hallazgos y de sus propias investigaciones, propuso un modelo más complejo, en el que los sueños serían controlados por diferentes mecanismos y circuitos cerebrales, entre ellos los propuestos por Hobson y McCarley. Para él, la principal «labor» del cerebro durante el sueño tendría que ver con la consolidación de la memoria. Y esos datos con los que está trabajando, ante la falta de estimulación externa, se acabarían «filtrando» a nuestra consciencia en forma de las imágenes, sensaciones y sentimientos que experimentamos en los sueños. Así, aparte de la estimulación originada en el tronco encefálico existiría otra que vendría de ese proceso de actualización de nuestras memorias. Eso, según él, también explicaría porque nuestros sueños son tan discontinuos y pasan de un tema o espacio a otro. Cada segmento del sueño sería una especie de «pulso» de memoria que se archivaría para luego pasar a otro. Nuestra consciencia, al intentar ordenar esos contenidos, generaría la extravagante narrativa e imaginería del sueño.

… y concluyendo
Si contemplamos las antiguas teorías sobre los sueños veremos que se movían entre dos polos. Las que pensaban que su origen era externo y sobrenatural, y las que atribuían su aparición a causas naturales e internas.

El siglo XX y la ciencia dieron la razón a las segundas teorías, pero las que surgieron también se acabaron moviendo entre dos polos opuestos. Las que otorgan a los sueños una función y un propósito concreto, y las que los consideran como una consecuencia de otros procesos o, incluso, de ningún proceso en concreto. Otra cosa sería el sentido o la utilidad que nosotros queramos darle a esos sueños, fruto del azar de la noche, pues realmente pueden ser tristes, consoladores, divertidos, aterradores, bellos, extravagantes, inspiradores... y, sobre todo, enigmáticos.

Y en este último paradigma parece ambientarse mi historia favorita sobre el mundo de los sueños, aunque sea muy anterior a él: los cuentos escritos por Lewis Carroll para Alice Liddell (fotografiada por él mismo —un gran fotógrafo— en las siguientes imágenes que también parecen tomadas de un sueño), tanto el del «País de las Maravillas» como «A Través del Espejo». Ambas se consideran obras maestras del sinsentido y ambas son el relato de un sueño. En el primero la transición del mundo real al onírico se hace a través de una madriguera de conejo y, en el segundo, cruzando un espejo. Lo que se encuentra el otro lado son elementos de nuestro mundo pero reordenados y mezclados de forma anárquica y caótica, creando una nueva realidad. Pero para Carroll la función de esa historia es el puro juego, la diversión y la sorpresa, lo inesperado y lo extravagante, el crear por el crear. Y en eso fue un consumado maestro y consiguió crear una historia tan abierta, rica y compleja que cobró vida propia y, con el tiempo, ha ido cogiendo nuevos sentidos y significados. El propio Carroll dijo una vez que el significado que encierra un texto puede ir más allá de lo que pretendía poner ahí el autor.





Daniel Domínguez, hace poco, en su blog, comentaba algo con lo que estoy plenamente de acuerdo: que a los niños les gustan ciertas historias de adultos porque no pueden entenderlo todo pero adivinan, más allá de lo que pueden percibir, que existe un sentido profundo; y eso les hechiza y convierte esas historias en mágicas. Con el sueño nos pasa algo semejante. Son como esa palabra que queremos recordar y se pasea permanentemente por la punta de nuestra lengua, está ahí, y no está, la tenemos y se nos escapa… su magia reside en el hecho de que estamos siempre a punto de atraparlos, y entonces se van. Podemos entender parte pero casi nunca todo. Siempre hay misterio. Por eso nos fascinan. Y por eso han inspiran a tantos artistas y narradores. Y, su sinsentido, su absurda y caótica belleza, juega a favor de ello.

Qué bien representó esto aquel pájaro de plomo, aquella falsificación, sobre el que Sam Spade (Humphrey Bogart en «El Halcón Maltés») dijo que estaba «hecho con el material con que se fabrican los sueños».




La frase no era suya. Fue Shakespeare quien la puso en boca de Prospero en su última obra escrita en solitario, y la más onírica y extraña de su producción: «La Tempestad».

«Ahora, nuestro juego ha terminado. Estos actores, como les dije, eran sólo espíritus y se han fundido en el aire, en la levedad del aire; y, al igual que la ilusoria visión que representaban, las torres que coronan las nubes, los lujosos palacios, los solemnes templos, el gran globo mismo, sí, con todo lo que contiene, se disolverán y, como estos desvanecidos pasajes sin cuerpo, no dejarán rastro. Estamos hechos de la misma materia de los sueños y nuestra breve vida cierra su círculo con otro sueño.»

Se refiere a los personajes que, al finalizar la narración, se desvanecen para devolver al espectador a su vida diaria. A su propio sueño. Un genial monólogo que, de alguna manera, el clásico de culto alemán «Die Feuerzangenbowle», comentado anteriormente en este blog, reutiliza para cerrar de forma magistral la película.

Y esto añade un nuevo detalle a la fascinación que sentimos por los sueños. Como entreveía Shakespeare, son lo mismo que nuestra vida: frágiles, breves, incompletos, tantas veces incomprensibles… y rodeados por la profunda oscuridad del sueño.

Pero creo que quién mejor y más brevemente expresó lo que son los sueños y su errático pero bello sentido fue Schopenhauer cuando dijo que «durante la vigilia leemos el libro de la vida; durante el sueño lo ojeamos».

1 comentario:

Juan Silvestre dijo...

Estupendo articulo, hay muchas teorias sobre el significado de sueños cada una más disparatada de la otra, da gusto ver explicaciones sensatas.