Asociamos la música de cine al sonoro, sin embargo el mudo también tenía sus sonidos y, cómo no, su música. Desde el principio hubo músicos y organilleros que improvisaban ante las imágenes o tocaban temas populares, más por tapar el sonido del proyector y las toses que por acompañar las imágenes.
Una vez superado su estado de experimento científico y de espectáculo de barraca de feria, el cine comenzó a arrastrar a miles y miles de personas, y muchos intelectuales y artistas comenzaron a interesarse en él.
Por eso, cuando apenas habían pasado 10 años desde su nacimiento, la empresa de producción francesa «Societé Film d’Art» se propuso hacer una gran película que llegase tanto a las masas como a las élites intelectuales. El resultado fue «El asesinato del Duque de Guisa», una superproducción histórica de 18 minutos de duración y 9 planos, con decorados y vestuario de época; algo que, en aquel momento, era todo un dispendio.
Para acompañar ese estreno encargaron la que sería la primera banda sonora compuesta para una película de la historia. No repararon en gastos y se la encargaron al músico más prestigioso del momento: el compositor romántico Camille Saint-Saëns.
Saint-Saëns se tomo su trabajo muy en serio. Se vio la película varias veces y fue ensayando sus composiciones, una y otra vez, ante las imágenes para ver como las acompañaban. Luego hizo dos partituras, una para toda la orquesta y otra para adaptar esas melodías a un piano sólo. Así la película y su música podrían representarse ante grandes aforos o en salas más pequeñas y con menos medios. Todo un profesional don Camille.
Otros músicos se irían sumando a esa labor de componer música para el cine mudo.
Algunos compusieron las genéricas photoplay music, partituras con piezas cortas para piano u orquesta pequeña que se podrían ejecutar con cualquier película. Estas photoplay music eran muy cortas y se clasificaban según el tipo de acción que debían de acompañar: persecuciones, peleas, momentos cómicos, románticos, tristes... y había bastantes de cada tipo para que la cosa fuese variada. El músico de cada cine, en función de la película, haría su selección de photoplay music para acompañarla, componiendo así una peculiar banda sonora medio pre-cocinada. A veces, las propias productoras enviaban con la copia, a cada cine, una selección propia que, consideraban, se adaptaba muy bien a la película.
Sin embargo, para las producciones con cierto empaque, se componía una banda sonora específica y única para ese película. Al principio se contaba con la participación de los grandes músicos nacionales, como en el caso de «Cabiria», cuya partitura corrió a cargo de Piazzetti, pero poco a poco fueron surgiendo músicos que, bien por dinero, bien por pasión, comenzaron a dedicarse si no en exclusiva sí de forma casi mayoritaria a la música de cine.
Joseph Carl Breil fue uno de esos grandes pioneros. Uno de los primeros músicos que dedicaron casi toda su obra al cine (aunque también compuso varias óperas), trabajando de forma regular para diferentes producciones de Hollywood a partir de 1912. Una de ellas es la que pertenece a «El nacimiento de una nación», película descaradamente racista y ultraconservadora pero, hay que joderse, una gran obra maestra que revolucionó la estética y la narrativa del cine.
Breil murió en 1926… justo un año antes de la primera película «sonora». Curiosamente, para este pionero de las bandas sonoras, el cine siempre fue un arte «mudo». Nunca llegaría a diferenciar, como todos nosotros, cine sonoro de cine mudo, sencillamente, para él, sólo había cine.
domingo, 18 de octubre de 2009
Postdata II – la música del silencio
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2 comentarios:
Encantado de tu visita y de haber descubierto tu blog. Interesantísimo el artículo. no te acostarás sin saber una cosa más y me ha gustado muchísimo el detalle de la profesionalidad de Saint Saens y lo serio que se tomaba el sunto aun cuando entonces no era más que un espectáculo de barraca. Es algo así como las introducciones de los videojuegos, o los videoclips musicales, que al principio se hacían de cualquier forma y ahora son auténticas películas y marcan estilo.
Nos vemos. Enhorabuena por tu blog.
Todo un honor recibir tu visita Miguel. Como puedes ver eh linkado tu magnífico blog en los enlaces de éste.
Respecto a lo que dices es bien cierto. Lo de Saint-Saens, visto en su época y tal y como estaba considerado el cine entonces, es impresionante. No le hacían falta la fama ni el dinero, que ya los tenía... así que algo debió intuir en ese nuevo arte.
Lo de compararlo con los vídeo juegos es muy agudo. Es como si los de Atari, en los 80, hubiesen contratado a Olivier Messiaen (de aquellas estaba vivo) para hacer la banda sonora de uno de aquellos primitivos juegos que se cargaban con una cinta de cassette y éste hubiese aceptado y se lo hubiera tomado muy en serio. Menudo hito se habría creado para la historia de la música de vídeo juegos.
De este tema de la música en vídeo juegos no controlo mucho, pero creo que ya hay verdaderas joyas... todo un nuevo campo.
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